EL CORTE INGLÉS: LA HISTORIA. PARTE 2.

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EL CORTE INGLÉS: LA HISTORIA. PARTE 2.


CONOCE LA HISTORIA DE EL CORTE INGLÉS. PARTE 2.

 

En esta entrada continuaremos con el análisis de la segunda parte de la historia de El Corte Inglés, por qué solo le bastaron 20 años para el gran despegue, conoceremos la falseada historia de El Corte Inglés, el relato oficial de Ramón Areces y lo que realmente sucedió, así como lo increíble de la actitud de Areces que jamás discutió ni una sola decisión de su tío mientras éste vivió.

Solo le bastaron 20 años para el gran despegue.

A El Corte Inglés, que no se había movido de la calle Preciados de Madrid durante sus primeros veinte años como sociedad (1940-1960), le bastaron los 20 años siguientes, a partir de la llegada definitiva de Rodríguez a España, para erigirse en un fenómeno social, asumir el liderazgo del comercio en España y destronar a Galerías Preciados.

La compañía hasta entonces hegemónica en los grandes almacenes intentó contrarrestar la ofensiva de El Corte Inglés y, para replicar su ritmo implacable de aperturas de tiendas enormes, entró en una deriva de endeudamientos crecientes y salida a Bolsa, en un empeño inútil por frenar el avance de un rival que, con César Rodríguez al frente, estaba desencadenando un ritmo apabullante de crecimiento sin apalancamiento y exhibiendo una capacidad de autofinanciación prodigiosa.

Galerías acabó asfixiándose con el esfuerzo y no fue capaz de impedir la pérdida de cuota de mercado en beneficio de su contrincante. A partir de 1978, Galerías entró en una degradación de pérdidas crecientes, que le llevaron a una larga agonía que perduró hasta 1995. El espectacular refuerzo de los recursos propios que El Corte Inglés acometió en 1960, coincidiendo con el retorno a España de César Rodríguez y de gran parte de sus capitales en el exterior, volvió a repetirse en 1966, en las fechas posteriores a su fallecimiento en Madrid, y de nuevo en los años 70, tras la muerte en La Habana de su primera esposa cubana.

 

El pulmón financiero.

 

 

Estos tres hitos permitieron a El Corte Inglés y a Ramón Areces, sucesor de César Rodríguez al frente del negocio, disponer de una capacidad financiera inaudita.

Tan insólita que, cuando Isidoro Álvarez, sobrino-nieto de César Rodríguez y sobrino y sucesor de Ramón Areces, lanzó a El Corte Inglés en 1995 a una nueva ofensiva de expansión (con la compra incluida de las tiendas de su rival Galerías Preciados), y que se prolongó hasta la crisis internacional de 2008, ya no pudo mantener las señas de identidad de la autofinanciación que había singularizado hasta entonces a El Corte Inglés.

Lo hizo como casi todo el mundo en las mismas circunstancias: incurriendo en una deuda enorme (4.520 millones en 2015), que a partir de entonces empezó a pesar sobre la sociedad y está en el origen de las principales discrepancias internas en el seno de la familia y entre ésta (o varias facciones de ella) y la alta dirección del grupo.

Esto fue así porque cuando se puso en marcha esa última operación expansionista, con nuevas aperturas, compras y diversificación de formatos, ya no estaba detrás (como en las anteriores ofensivas) el patrimonio de un empresario, banquero e industrial, como fue César Rodríguez, dispuesto a sostener tamaña movilización de recursos con la inyección constante de sus abultadas aportaciones de capital, y porque tampoco existía ya en 1995 el efecto benéfico prolongado del legado patrimonial de César y de la discutida herencia de su ingente fortuna.

El Corte Inglés tenía pendientes ahora dos reconciliaciones: una, interna, para no incurrir en una guerra intestina destructora; y otra cuando celebraba los fastos de su 75º aniversario, con la verdad de su propia historia.

 

La falseada historia de El Corte Inglés

Javier Cuartas es autor del libro Biografía de El Corte Inglés (Espasa-Calpe, Madrid, 1991; Dictext-Libros Límite, Barcelona, 1992, y Ediprodar-Ediciones El Cruce, Oviedo, 2005 y 2010, 828 páginas). No debe sorprendernos que en hechos de relevancia social y económica en cualquier país, siempre exista la posición oficialista (la historia oficial) a la que se opone, a veces con suma dureza, la historia no oficial.

No es la primera vez ni será la última, que durante años se cuenta una historia sobre determinada empresa (también sucede con personas) y que, al cabo de varias décadas, alguien emprende un proceso de investigación y revisionismo histórico y pone ciertas cosas en su lugar, o como parece que sucede en la historia de El Corte Inglés, empieza a mostrar pruebas y elementos de juicio que desmienten la historia oficial.

Por ello, desde NUESTRA REDACCIÓN, con un espíritu libre y de contribución a la verdad que es el espíritu de este portal, solo vamos a relatar (no enjuiciar ni dar opinión) sobre otra versión de los hechos sobre la historia de El Corte Inglés.

Según esta fuente hay varias contradicciones entre las cuales se encuentran:

  • Ramón Areces no compró en diciembre de 1935 la antigua sastrería El Corte Inglés, la operación de la que surgió el actual grupo de grandes almacenes.
  • Areces tampoco negoció la adquisición de la afamada tienda madrileña.
  • Tampoco participó en las conversaciones con sus propietarios, ya que no figura en los documentos de la transacción, y los antiguos dueños que pactaron la venta de su negocio jamás tuvieron relación con él.
  • Areces no puso dinero para abonar la compra (entre otras causas, porque no lo tenía) y ni tan siquiera estaba en Madrid cuando se gestionó y formalizó la adquisición, ya que existen evidencias que en diciembre de 1935, Ramón Areces se encontraba a 467 kilómetros de distancia de Madrid.

El relato oficial de Ramón Areces.

A lo largo de su vida, Areces parece que ha dado versiones diferentes de la historia, llegando según esta fuente a cuatro distintas. Todo ello en cuanto a cómo se gestionó y cómo fueron las negociaciones para según él, materializar en solitario la compra de la decimonónica sastrería El Corte Inglés.

Estas versiones del empresario se difundieron en la prensa española a lo largo de varios decenios y continúan propagándose en la actualidad. Lo que si queda claro que parece que nadie se cuestionó cómo era posible que se pudiera haber hecho una operación de cuatro maneras diferentes, porque según esta fuente en realidad no la hizo. Todas estas sombras que circulaban en la historia le forzaron a reconocer en 1962 que “mi tío compró El Corte Inglés”.

 

Lo que realmente sucedió.

 

César Rodríguez, era una persona de gran patrimonio y recursos, por lo que cuando (según esta investigación) compró El Corte Inglés, se convirtió en dueño y titular único del negocio y puso al frente de la tienda como gerente y encargado a su sobrino Ramón Areces, del mismo modo que hizo con otros sobrinos (primos de Areces) en los almacenes Ultra de La Habana.

Fue también César Rodríguez quien adquirió tras la Guerra Civil la finca de la calle de Preciados, en Madrid, a la que se trasladó El Corte Inglés; quien pagó con cargo a su patrimonio los diferentes inmuebles adyacentes que fueron adquiridos y ocupados por el negocio para sus sucesivas ampliaciones durante los años 40 y 50, quien promovió la constitución de la sociedad El Corte Inglés y quien puso en marcha los grupos industriales vinculados a El Corte Inglés, como fue Induyco.

Como hizo en La Habana con otros negocios de su propiedad, César Rodríguez, dueño único en origen de El Corte Inglés, decidió en junio de 1940 convertir su tienda madrileña en una sociedad mercantil.

Nació así El Corte Inglés Sociedad Limitada, que una década más tarde fue transformada en el actual El Corte Inglés Sociedad Anónima. Pero César Rodríguez favorecía con sus actos siempre a la familia, por lo que en el momento de constituir la sociedad, dio entrada en el capital a su sobrino Ramón Areces, y, en años posteriores, hizo lo mismo con otros sobrinos y sobrinos-nietos que fue incorporando a El Corte Inglés.

El objetivo era implicarlos en el negocio, hacerles partícipes de su prosperidad y estimular su compromiso y entrega. Se trataba de la misma cultura corporativa que César había conocido en Cuba cuando llegó a La Habana a fines del siglo XIX, siendo un adolescente sin recursos, y que le permitió atesorar una gran fortuna, desarrollar sus propios negocios e integrarse en diversos consejos de administración en los sectores del comercio, la industria y la banca en la isla.

Pero no solo la familia se vio beneficiada, sino que aplicó también este mismo criterio para promover a la condición de partícipes e interesados en el negocio a diversos empleados y directivos de El Corte Inglés, todos ellos promocionados a esta condición por César Rodríguez a propuesta, en la mayoría de los casos, de Ramón Areces, gerente del negocio, aunque algunos fueron destituidos años más tarde por César Rodríguez.

 

La concentración del poder en manos de César Rodríguez.

Cuando se fundó El Corte Inglés como sociedad mercantil en 1940 Ramón Areces carecía de recursos para aportar capital. Había regresado de Cuba en contra de su voluntad, y lo había hecho como un emigrante fracasado. No disponía de patrimonio y no tenía ocupación laboral cuando su tío le dio empleo en 1936 en la tienda madrileña.

Para que pudiera ser su socio en el negocio, César Rodríguez concedió a su sobrino en 1940 un préstamo personal por el importe equivalente al valor de la participación que le permitió suscribir en el capital. Se estipuló que a Areces se le retendrían parte del salario y los dividendos que le correspondieran por el reparto de beneficios futuros de la sociedad hasta que hubiese terminado de amortizar el crédito y culminase la devolución total del dinero que le había prestado su tío.

Aunque en el origen de la sociedad la participación de los dos socios fue equitativa, César Rodríguez rectificó semanas después esta decisión, el millonario asturiano, con domicilio entonces en La Habana, impuso en el mismo instante de la fundación de la sociedad mercantil El Corte Inglés exigencias que le otorgaban amplios poderes sobre su sobrino Ramón Areces.

César Rodríguez se reservó para sí la presidencia de la sociedad y además impuso cláusulas en los estatutos sociales de El Corte Inglés con limitaciones e incompatibilidades que afectaban a Ramón Areces y a cualquier otro partícipe futuro de la compañía, pero de las que el presidente y fundador quedó liberado. Con ello, César Rodríguez dejó patente su superioridad sobre cualquier otro socio y la plenitud de su poder en la organización sobre su sobrino.

El reparto accionarial inicial (al 50% entre César Rodríguez, presidente de la sociedad, y Ramón Areces, gerente del negocio) duró sólo dos meses.

En agosto de 1940, el primer presidente de El Corte Inglés dejó aún más nítida su hegemonía en la casa (incontestada e incontestable hasta su muerte, en 1966) con la remodelación de la estructura de capital de la compañía. César Rodríguez consideró (y así consta en su correspondencia privada de la época) que el reparto accionarial debía reflejar más fielmente su verdadero peso decisorio y de propiedad en la empresa.

César asumió entonces el 61,5% de la sociedad y la posición de Ramón Areces se diluyó al 38,5%. Además, se introdujo una nueva cláusula por la que Areces quedaba obligado a renunciar a la gerencia de El Corte Inglés en beneficio de César Rodríguez o del apoderado que éste designase con el único requisito formal de que así lo notificase el presidente y fundador.

 

Areces jamás discutió una sola decisión de su tío mientras éste vivió.

En noviembre de 1940, a los tres meses de que César recuperase la mayoría absoluta en la empresa, Ramón Areces escribió a su tío una carta en la que reconocía que “todo lo que había” en El Corte Inglés era propiedad exclusiva del millonario César Rodríguez.

La historia de El Corte Inglés empezó a reescribirse y a falsearse de forma gradual a partir de 1966, tras el fallecimiento de César Rodríguez y una vez que Ramón Areces le sucedió como presidente y mayor accionista. A partir de ese momento, Areces y El Corte Inglés comenzaron a difundir versiones dispares, muchas de ellas inveraces y además inverosímiles.

De vez en vez, en publicaciones internas (como el boletín corporativo que editó El Corte Inglés durante años), en algún comunicado externo (fundamentalmente, el que hizo público el fallecimiento de César) y en algunas menciones esporádicas, aún se reconoció durante un tiempo la figura capital de César Rodríguez como fundador y presidente, pero estas alusiones terminaron por desaparecer y Ramón Areces se convirtió en la versión oficial de la empresa, en los medios de comunicación y en el conocimiento popular, en hacedor único de El Corte Inglés.

La vasta operación de modificación de los hechos fue muy intensa en los últimos cincuenta años (1966-2016). Ni tan siquiera la publicación de mi libro Biografía de El Corte Inglés (el primero editado sobre esta empresa y sus rivales Galerías Preciados y Sederías Carretas, propiedad de otra rama de la misma dinastía de campesinos asturianos) logró detener la impostada versión oficial, que aún hoy se enseñorea como explicación triunfante en la opinión pública, en los medios de comunicación, en el mundo académico y en la bibliografía sobre la historia empresarial española contemporánea.

Las severas dificultades, cortapisas y presiones que trataron de impedir la circulación de este libro (y que consiguieron detenerla durante casi dos años), junto con el espeso silencio que se ha extendido desde entonces sobre sus revelaciones como si nunca hubieran sido formuladas, evidencian hasta qué extremo la industria de la comunicación decidió esta vez situarse de forma deliberada y mayoritaria en contra de la verdad documentada y del lado de la fabulación.

 

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