Al Copeland: el fundador de Popeyes 1

Al Copeland: el fundador de Popeyes 1


CONOCE A AL COPELAND EL FUNDADOR Y CREADOR DE LA EMPRESA POPEYES 

En esta entrada analizaremos la vida de Al Copeland, el fundador y artífice de la empresa Popeyes, quien es otro de los iconos de la comida sureña y un emprendedor que fue capaz de crear un imperio de la comida que fusionaba el tradicional arte culinario de Nueva Orleans y el sur de Estados Unidos con el fast food.

Veremos sus aciertos y también sus acciones de ostentación que le generaron gran notoriedad pública y unos cuantos problemas.

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AL COPELAND: UN EMPRENDEDOR AMERICANO QUE SE HIZO MILLONARIO CON EL POLLO FRITO Y OTRAS DELICIAS Y PLATOS SUREÑAS. 

Algo que describe perfectamente lo que significa Popeyes como restaurante y como marca, es lo que se decía hace no más de dos años, en concreto en 2019, por parte de la revista GQ que titulaba Popeyes: la historia de la franquicia detrás del sandwich de pollo que colapsa Estados Unidos (y que ya puedes probar en España)” porque acaba de aterrizar en noviembre de ese año en España. Y destacaba que su éxito se debía a su conseguida fusión de la tradición culinaria de Nueva Orleans con el fast food, y que era la franquicia gastronómica del momento en Estados Unidos.

Y la cabeza que creó esta marca tiene nombre: Alvin C. Copeland más conocido por Al Copeland. Ha sido uno de los auténticos empresarios americanos caracterizado por emprender a cualquier coste y contra viento y marea. Pero no era un empresario al uso, ortodoxo, sino todo lo contrario. Desarrolló un imperio de la comida sureña y se dio simultáneamente una gran vida de grandes ostentaciones en las cuales no reparaba en que algunos de esas acciones le granjearon problemas y también demandas.

Construyó un imperio a base de pollo frito picante y bizcochos blancos esponjosos, y como tantos otros emprendedores que años después se convertían en millonarios, Al Copeland también llegó a esta categoría, aunque habiendo nacido en la pobreza.

LA INFLUENCE DE KFC EN POPEYES. 

El camino lo marcó desde Kentucky el Coronel Sanders con su Kentucky Fried Chicken en los años 50 y 60, y en los 70 el emprendedor Alvin C. Copeland siguió su ejemplo fundando, en un suburbio de Nueva Orleans, Popeyes, nombre basado en Jimmy «Popeye» Doyle, el personaje de Gene Hackman en la película “The French Connection” de 1971, interpretación que le valió el Oscar el mejor actor de ese año.

Su objetivo era hacer la competencia a Sanders con el pollo e influencias sureñas que Copeland defendía como más auténticas como base para cualquier receta, pero su proyecto empresarial tardó en despegar y tuvo muchos altibajos. El primer restaurante sólo duró abierto unos meses, aunque a mediados de la década consiguió reabrirlo y franquiciarlo, lo que despejó el camino de obstáculos iniciando una etapa en la que abriría más de 500 sucursales en 10 años en Estados Unidos y Canadá.

En los 90 tuvo sin embargo que declararse en quiebra y ceder la compañía a sus acreedores, y hasta 2014 sus herederos (Copeland murió en 2008) no recuperaron los derechos sobre el nombre y las recetas. Sin duda Popeyes es otro de los fenómenos casi inexplicables que aparecen de vez en cuando en la gastronomía, porque a pesar de las dificultades en los inicios, no ha dejado de crecer, hasta el punto de que en 2017, Restaurant Brands International (el mismo grupo que nació a partir de la unión de Tim Hortons y Burger King) la compró por 1.800 millones de dólares.

 

Courtesy of Kit Wohl

 

ALVIN COPELAND: EMPRENDEDOR VENDIENDO SU AUTOMÓVIL. 

Es muy pintoresca esta historia por la que Copeland, después de vivir en Nueva Orleans, vendió su coche a los dieciocho para reunir el dinero para abrir una tienda de rosquillas y así pudo en los siguientes diez años vivir con un modesto éxito en el ramo de las rosquillas.

Pero Al a pesar de los buenos resultados en este sector, seguía manteniendo esa fuente de inspiración que le significaba la franquicia de Kentucky Fried Chicken en Nueva Orleans, a principios de los años setenta. Por lo que no pudo evitar de usar los ahorros que los beneficios de rosquillas le habían proporcionado, para entonces abrir un restaurante, Chicken on the Run, cuya característica más destacada (un auténtico valor para los amantes del buen marketing) era el eslogan que utilizaba y que se refería al servicio que lo definía como “tan rápido que recibes el pollo antes que el cambio”, por aquello de las monedas o billetes que te devuelve el cajero cuando se efectúa el pago.

 

EL IMPACTO E INFLUENCIA DEL PERSONAJE POPEYE Y LA PELÍCULA THE FRENCH CONNECTION. 

Pero después de seis meses, Chicken on the Run estaba perdiendo dinero. En un intento de última hora, Copeland escogió una receta estilo Cajún de Louisiana que era más picante y reabrió el restaurante con el nombre de Popeyes Mighty Good Fried Chicken, y la cadena que surgió de este restaurante se convirtió en Popeyes Famous Fried Chicken.

Parecía como si el personaje de French Connection hubiera sido la piedra filosofal de la fortuna que vendría después, porque una vez que reinauguró con este nombre la actividad del restaurante rompería la barrera de las ganancias.

Empezó con las franquicias en 1976, y la cadena creció hasta llegar a poseer ochocientos locales en Estados Unidos y varios en el extranjero en 1989. Y desde que Copeland había irrumpido en escena en 1972 cuando abrió su primer puesto de pollo frito Popeyes, el restaurante Arabi fue el inicio de una franquicia que, bajo su liderazgo, contaba con 700 establecimientos, en Estados Unidos, Puerto Rico, Panamá y Kuwait.

En 1983, fundó Copeland’s of New Orleans, un restaurante de estilo Cajún. En las siguientes dos décadas la cadena se expandió hacia Maryland en el este, y hasta Texas en el oeste. También empezó Copeland’s Cheesecake Bistro; los restaurantes Sweet, Fire & Ice; y Al’s Diversified Foods & Seasonings, una línea de delicatessen y especias para importantes cadenas nacionales de restaurantes.

En marzo de 1989, Popeyes que por entonces era la tercera cadena de pollos, compró Church’s Chicken, la segunda después de KFC. Las dos cadenas, administradas separadamente, le proporcionaron a Copeland más de dos mil locales. Sin embargo, Copeland se había endeudado para hacer el negocio y las crecientes deudas obligaron a la compañía de Copeland a solicitar la bancarrota en 1991. Copeland perdió las dos empresas.

Pero mucho antes de que ese final llegara, no podía con su genio y todo el dinero que iba ganando lo destinaba a esas exhibiciones públicas de opulencia, las que canalizaba en un deporte muy arraigado en Estados Unidos, como es el de las lanchas deportivas rápidas con motor fuera de borda y que desarrollan velocidades de vértigo. Tal era su obsesión por ellas, que las mantenía en una sala de exhibición con paredes todas de cristal a lo largo de la Interestatal 10 cuando no estaba compitiendo con ellas.

También le apasionaban los coches deportivos, especialmente, el Lamborghini que lo tenía aparcado frente a su sede corporativa. Pero lo que quizás era su exacerbación del lujo y la ostentación eran las enormes exhibiciones navideñas en su propiedad, que llegó a requerir la participación de los ayudantes del sheriff para que dirigieran el tráfico que se congestionaba frente a su casa en Metairie, porque la gente quería ver qué era lo nuevo que presentaba para Navidad ese año.

También hubo bodas que salían de lo convencional, con unos toques de lujo y exageración, tales como fuegos artificiales y un modelo de la carroza de calabaza de Cenicienta. La cuestión es que más allá del significado de estas bodas como personificación de un nuevo rico y exitoso empresario, también terminaron en divorcios igualmente espectaculares.

Pero todo a su alrededor se confabulaba para que siempre fuera un hecho noticiable, tal como el divorcio de su tercera esposa que terminó destituyendo al juez original que conocía el caso como parte de una investigación federal masiva de corrupción en los juzgados. Durante el Carnaval, Copeland no solo patrocinó el desfile de carrozas en la parroquia de Jefferson, sino que también montó en una de ellas durante una de esas procesiones.

Según Peter Ricchiuti, profesor de finanzas de la Universidad de Tulane que vio a Copeland en una de esas procesiones dijo que se escucharon unos comentarios entre dos asistentes a esos desfiles de carrozas, hecho durante el cual uno le decía al otro que todo este aspaviento no era más que una demostración de dinero nuevo (por lo de nuevo rico), ante lo que el otro respondió que si tuviera ese dinero no haría lo que Copeland estaba haciendo.

Ni siquiera la quiebra, resultado de la compra de Church’s Fried Chicken Inc., lo detuvo. Aunque Copeland perdió la propiedad de sus establecimientos de pollo, retuvo el control de la compañía que fabricaba la mezcla distintiva de especias y pasó a abrir restaurantes con su apellido, así como establecimientos de cocina californiana, sándwiches envueltos, tarta de queso y comida asiática.

 

LA DISPUTA DE COPELAND CONTRA LA NOVELISTA ANNE RICE. 

Uno de esos restaurantes, Straya en St. Charles Avenue, provocó una ruidosa disputa pública en 1997 con la novelista Anne Rice. Usó su mensaje de correo de voz y una serie de anuncios de página completa en The Times-Picayune (The Times-Picayune es un periódico estadounidense publicado en Nueva Orleans, Luisiana, desde el 25 de enero de 1837) para atacar la decoración del restaurante, que incluía cortinas negras con borlas y un par de elegantes esculturas de leopardo negro que flanqueaban la entrada al área del baño.

La escritora Anne Rice no pudo con su genio y en la apertura del periódico dijo que “la casa flop más humilde en esta franja de St. Charles Avenue tiene más dignidad que la estructura del Sr. Copeland», lo que desde ya no dejaría indiferente a Copeland.  Y una de las razones por las que Rice sentía tanta pasión por el edificio en 2001 de St. Charles Avenue, era que dijo que el vampiro Lestat, su personaje dominante, la dejó allí, antes de que Straya abriera, después de ver su reflejo en la ventana de lo que había sido un Mercedes, que era un concesionario de Mercedes Benz.

Rice también dijo que había pensado en abrir un restaurante, Café Lestat, en un edificio de Magazine Street que era de su propiedad, pero eso nunca se materializó. La respuesta de Copeland, también en un anuncio de página completa en The Times-Picayune, fue de buen humor, y se ofreció a invitarla a cenar y ayudarla a encontrar a Lestat.

Incluso habló de lanzar una promoción de un mes de «Encuentra a Lestat» y vestir a su personal como vampiros. Pero a pesar de este buen humor, Copeland terminó presentando una demanda alegando que ella lo había difamado y que violó las leyes de comercio justo porque «sus comentarios se hicieron en el contexto de que ella era una competidora comercial». Esta fue la base jurídica que presentó el abogado de Copeland.

Pero el juez de distrito civil Robin Giarrusso desestimó la demanda y Copeland, aceptando la derrota, invitó a Rice a cenar. Rice, que no aceptó su oferta, se mudó a California en 2004.

LA BATALLA JUDICIAL ENTRE COPELAND Y ROBERT GUIDRY. 

Pero este no fue el único problema al que se enfrentó Copeland, ya que, en diciembre de 2001, se peleó a puñetazos con Robert Guidry, ex propietario de un casino, y sus hijos en Morton’s The Steakhouse, un restaurante exclusivo. Los dos multimillonarios habían sido rivales por una licencia de casino-barco fluvial en 1993.

Copeland perdió y culpó a Guidry. Guidry, que había amasado gran parte de su fortuna con remolcadores, afirmó que Copeland se había basado en conexiones turbias e influencias políticas para retrasar la audiencia de la licencia. Guidry finalmente ganó la licencia con la ayuda del entonces gobernador Edwin Edwards, pero solo después de pagarle a un asistente de Edwards 100,000 dólares al mes, lo que al cabo de diez meses llegó a poco más de 1 millón.

Guidry, quien se declaró culpable de una conspiración de extorsión y fue un testigo clave de la acusación contra Edwards, fue sentenciado en enero de 2001 a tres años de libertad condicional y se le ordenó pagar 3.5 millones de dólares en concepto de multa e indemnización.

Durante el enfrentamiento entre Guidry y Copeland cada uno acusó al otro de iniciar la pelea. Fue Copeland el que sufrió un golpe en la mejilla izquierda y la cosa terminó mal ese día para Guidry que junto a sus hijos pasaron la noche en la cárcel.

No se presentaron cargos contra Copeland y la demostración una vez más del tirón que tenía Al Copeland, como personaje público, es que los clientes solicitaban para cenar incluso meses después de la pelea, las mesas que Copeland y Guidry habían utilizado del restaurante exclusivo aquella noche del escándalo.

Acompañando a Copeland esa noche estaba Jennifer Devall Copeland, su cuarta esposa. Habían ido al restaurante para celebrar su primer aniversario.  Según los documentos presentados posteriormente de su divorcio, Copeland poseía a dicha fecha que era 2004, un patrimonio neto de aproximadamente 319 millones de dólares y su ingreso anual se estimaba en 13 millones.

Ya en su último año de vida, el fin de semana anterior al Día de Acción de Gracias, Copeland se enteró de que tenía cáncer de las glándulas salivales, una forma rara de la enfermedad que afecta a no más de tres personas por cada 100.000 habitantes anualmente en los Estados Unidos, según la Sociedad Estadounidense del Cáncer.

A pesar de su enfermedad y posterior hospitalización, la exhibición navideña fuera de su casa en un exclusivo vecindario de Metairie continuó según lo programado, con miles de luces, figuras animadas y representaciones del tamaño de una casa de un oso de peluche y el personaje de Raggedy Ann, una muñeca creada por el estadounidense Johnny Gruelle para una serie de libros que escribió e ilustró para niños.

 

 

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