15 Nov KARL LAGERFELD: SU BIOGRAFÍA. PARTE 2.
CONTINUAMOS CON LA BIOGRAFÍA DEL DISEÑADOR DE MODA Y GENIO KARL LAGERFELD.
Karl fue el único hijo del matrimonio -habían tenido descendencia de relaciones anteriores- formado por Otto Lagerfeld, procedente de una familia de banqueros suecos que hizo fortuna al introducir en Alemania la leche el polvo, y de Elizabeth Bahlmann, miembro de la nobleza germana.
Lagerfeld tuvo una infancia feliz en Alemania y con tan solo 12 años, emigró a Paris para continuar con sus estudios. Dejó la escuela y a los 17 años con una inclinación como dibujante por la cual buscó de hacerse un hueco en el mundo de la moda.
Dos años más tarde, consiguió un trabajo en la casa Pierre Balmain gracias a un concurso de bocetos de abrigos en el que se alzó con el primer premio, en el año de 1954 organizado por la Asociación Internacional de Lana en Francia
Poco a poco, fue colaborando con marcas como Chloé, Fendi y Chanel -la firma a la que se asociará siempre su nombre-, ofreciendo su trabajo. Hasta que en los años 80, sin perder esa vía de escape a su creatividad de la mano de otras marcas, creó la suya propia, a la que dio nombre simplemente con su apellido.
SI QUIERES SABER MÁS SOBRE LAGERFELD NO TE PIERDAS LAS OTRAS PARTES DE SU BIOGRAFÍA:
KARL LAGERFELD: SU BIOGRAFÍA. PARTE 1.
KARL LAGERFELD: SU BIOGRAFÍA. PARTE 3.
Karl Lagerfeld: la creación de un genio.
Un apellido que ha ido ligado, también, a frases llenas de carisma y carácter. «Exactamente, las tres cosas que más me gustan son la moda, la fotografía y la literatura. Estas tres cosas las hago y todo viene de mi mente. Me encantaría saber cantar pero no sé, me gustaría saber actuar, pero no lo necesito mi vida es ya una pantomima», llegó a decir una ocasión, demostrando la grandiosidad de una vida llena de excentricidades y genialidad.
Lagerfeld, director creativo de Chanel desde 1983 y de Fendi desde 1965, así como fundador de su propia línea, era la definición de un políglota de la moda: capaz de pronunciarse en el idioma de muchas marcas al mismo tiempo (y, cabe mencionar, podía hacerlo en varios idiomas; leía en inglés, francés, alemán e italiano).
Visionario, excéntrico, y un auténtico genio. Así es como se hizo un nombre en el jet set de la moda internacional.
Y es en el año 83 cuando se ensalza su nombre, la maison francesa Chanel le nombra como director creativo. En ese momento la firma se consideraba «casi muerta» después de una década del fallecimiento de su creadora, Coco Chanel. Karl le da una vuelta de tuerca a la firma y recupera clásicos que pasarán a la historia.
«Cuando entré en la maison nadie quería llevar su ropa, nadie quería vestir de Chanel. Me lo tomé como un reto y me atraía la idea de resucitar algo que estaba casi muerto».
Con el paso de los años, Karl ya se habría convertido en uno de los nombres más reconocidos en la moda y en un verdadero icono. Polifacético como pocos, desde 1987 cogía la cámara y fotografiaba sus propias campañas, abría una librería que poco después le llevaría convertirse en editor, colaboraría con caricaturas con el periódico más famoso de Alemania (era un gran ilustrador) y convertía en oro absolutamente todo lo que tocaba.
Al mismo tiempo y entre toda su carrera, específicamente en el año de 1984 Karl creaba su propia marca a la que llamaría como él mismo: KARL LAGERFELD. Fiel a su ADN, los colores base de sus colecciones son el Black&White que tanto caracterizaban al diseñador y una combinación de influencias clásicas y contemporáneas.
La fuerza creativa de Lagerfeld.
En los años ochenta, cuando muchos de sus pares estaban retirándose para pasar sus días a bordo de yates o en haciendas, él seguía diseñando, en promedio, catorce nuevas colecciones anuales de alta costura y de venta minorista; esa cifra no toma en cuenta sus colaboraciones y proyectos especiales.
La combinación que llamaba high fashion y high camp, alta costura con exageración, atrajo a clientes como Rihanna; la princesa Carolina de Mónaco; la directora del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, y Julianne Moore.
Las ideas llegan cuando estás trabajando”, dijo a sus 83 años, entre bastidores de una muestra de Fendi. Y es por ello que Lagerfeld nunca dejó de crear. También era fotógrafo —su trabajo fue exhibido en la galería Pinacothèque, de París—; director de la casa editorial Steidl, Edition 7L, y autor de un popular libro sobre dietas, The Karl Lagerfeld Diet, de 2002 y en el que habla sobre cómo perdió más de 40 kilos.
Sin embargo, su principal vocación era orquestar su propio mito.
Se autoidentificaba como una “caricatura”, con su atuendo típico de anteojos oscuros, cola de caballo, jeans negros, guantes sin dedos, camisa de cuello, joyería de la marca Chrome Hearts y un consumo casi obsesivo de Coca dietética. Alcanzó tal fama mundial, y polémica, que en 2014 se vendieron en menos de una hora todos los ejemplares edición especial Karl Barbie, creados en colaboración con Mattel y que se comercializaron en 200 dólares.
La gente se refería a él como un “genio”, el “káiser” o hasta “sobrevalorado”. Su contribución a la moda no fue crear siluetas nuevas, como sucedió con Cristóbal Balenciaga, Christian Dior o Coco Chanel. Más bien, creó un nuevo tipo de diseñador: el siempre cambiante.
Es decir, la fuerza creativa que llega a la cima de una marca establecida y la reinventa al lograr identificar su semiología sartorial para luego transmutarla al presente con una mezcla de ligera falta de respeto y toques de cultura popular.
“Chanel es una institución, y tienes que tratar a una institución como a una prostituta porque así sacas algo de la transacción”, dijo alguna vez.
Ahora es un enfoque ya casi cotidiano en la industria, pero era una idea sorprendente antes de que Lagerfeld fuera contratado en Chanel, cuando la marca estaba cerca de volverse irrelevante más allá de sus perfumes y cosméticos.
El que se atreviera a realizar esa idea, y que lo siguiera haciendo en las siguientes décadas con cierto éxito, no solamente transformó la fortuna de Chanel (se estima que sus ganancias ahora superan los 4000 millones de dólares al año), sino las suyas.
También despejó el camino para los diseñadores que siguieron, como Tom Ford (quien transformó Gucci de manera similar) o John Galliano (Dior), Riccardo Tisci (Givenchy y Burberry) y Tomas Maier (Bottega Veneta). Quienes querían hacer menos a Lagerfeld se referían a él como “estilista”: el diseñador que crea sus colecciones solamente adaptando lo que ya existe y no al inventar algo nuevo. Pero él rechazaba la idea de la moda como una forma de arte y la del diseñador como genio tortuoso.
Su meta era más oportunista: “Quiero ser un fenómeno individual de la moda multinacional”, dijo alguna vez.
De hecho, su rendimiento como diseñador fue casi tan fructífero como su atractivo como maestro de los aforismos; hasta tuvo una colección de sus citas más famosas, The World According to Karl, publicado en 2013.
La vida Intima de Lagerfeld.
El Kaiser de la moda, fallecido el pasado 19 de febrero del 2019, era muy celoso de su intimidad A lo largo de sus 85 años de vida tan sólo se le han conocido dos relaciones sentimentales: con Jacques de Bascher en la década de los 70 y con Baptiste Giabiconi en 2008. Pero su verdadero amor fue Choupette, su gata instagramer.
Karl Lagerfeld admitió haber mantenido una relación muy estrecha con el aristócrata francés Jacques de Bascher durante 18 años, aunque afirmó que jamás habían tenido contacto sexual: «Yo amé infinitamente a ese hombre, pero jamás tuve contacto físico con él, aunque por supuesto que me sedujo por su encanto físico».
Bascher, que también había sido pareja de Yves Saint Laurent, estaba enfermo de Sida. Falleció en 1989, a la edad de 38 años, agarrado a la mano de Lagerfeld: «Era consciente de su vida salvaje pero la ignoraba, nunca quise saber lo que hacía cuando yo no estaba porque le amaba», dijo en una de las pocas entrevistas en las que ha hablado sobre su vida.
Centrado en el mundo de la moda, pasó solo las décadas de los 80, los 90 y los 2000, en las que pasó por algunas de las firmas más importantes de la industria de la moda (Chloé, Fendi, Chanel, H&M…) y diseñó vestuarios exclusivos para las giras de Madonna o Kylie Minogue, entre otros. En 2008, apareció en su vida Baptiste Giabiconi, un modelo francés de 21 años que se convirtió en su protegido… y algo más. Los rumores sobre una posible relación sentimental entre ambos saltaron durante una gala benéfica celebrada en Berlín a la que acudieron juntos.
Fueron muy discretos, pero no se escondieron y el propio Lagerfeld se deshacía en piropos con su acompañante: «Es la versión masculina de Gisele Bündchen. Bien con la ropa y más aún sin ella. Mirándole no termino de saciarme», aseguró a un diario alemán.
Nunca llegó a confirmarse su ruptura pero Lagerfeld y Giabiconi dejaron de aparecer juntos en actos públicos y el diseñador dejó de hablar de su Adonis para dar paso a Choupette, una gata de raza birman de seis años y pelaje blanco, divina y mimada, que se convirtió en la nueva compañera del alemán, con quien llegó a posar en Vanity Fair: «Nos hablamos con miradas cargadas de expresión. Me encantaría casarme con ella, nunca pensé que me enamoraría así de un gato».
El felino es un fenómeno en redes sociales, donde tiene cuentas propias en Twitter e Intagram, ha publicado un libro y cobra al año 3 millones de euros por colaborar con marcas de moda. Choupette se pasea por los asientos de los aviones de primera clase con total normalidad, odia el perfume Chanel y dispone de dos niñeras que le atienden y la vigilan:
«No quiere estar sola, ni si quiera cuando duerme. Es como una dama elegante, como una niña-mujer con su sirvienta personal».
Lagerfeld ha muerto sin pareja y sin descendencia, por lo que aún es un misterio a dónde irá a parar su fortuna. Eso sí, hace un par de años incluyó a Choupette en su testamento, de manera que la gata recibirá una buena parte de su legado: «Tiene su propia pequeña fortuna, si algo me sucediera, será una heredera.