DESCUBRE LA HISTORIA DE BALENCIAGA, INICIO Y CREACIONES
45346
page-template,page-template-full_width,page-template-full_width-php,page,page-id-45346,aawp-custom,bridge-core-1.0.5,unselectable,translatepress-es_ES,,qode-title-hidden,qode_grid_1400,footer_responsive_adv,qode-theme-ver-18.0.8,qode-theme-bridge,wpb-js-composer js-comp-ver-6.4.1,vc_responsive

DESCUBRE LA HISTORIA DE BALENCIAGA

POR ANNA ALEGRET

INSTRAGRAM Y TWITTER  @defashionlaw

 

Uno de los últimos grandes modistos del siglo XIX y la figura más destacada de la moda española. Fue halagado por sus compañeros, fue un grande entre los grandes. Christian Dior lo denominaba el maestro de todos nosotros, Hubert de Givenchy se refería a él como el arquitecto de la Alta Costura y Coco Chanel lo calificaba como el auténtico couturier. Sus discípulos fueron nombres tan conocidos como Emanuel Ungaro, André Courrèges y Hubert de Givenchy. En este primer capítulo vamos a analizar toda la vida y trayectoria del gran modisto Cristóbal Balenciaga y veremos el increíble legado que nos dejó. ¡Empezamos!

LOS INICIOS

Cristóbal Balenciaga nació el 21 de enero de 1895 en Getaria (País Vasco), un pueblo de pescadores de la costa vasca, en el seno de una familia trabajadora. Su padre, José Balenciaga, era pescadero y falleció cuando él tenía once años así que se quedó con su madre, Martina Eizaguirre, que era costurera y trabajaba para la familia de los Marqueses de Casa-Torres. Su madre fue un referente para Cristóbal y con ella aprendió los oficios de la costura y del patronaje: el uso de las máquinas de coser, los entresijos y las entretelas, el arte del corte y el manejo del material.

 

Cuando tenía únicamente 12 años le dijo a la marquesa de Casa-Torres, abuela de la Reina Fabiola de Bélgica, que le haría un vestido igual al que llevaba puesto. Ella cuando lo vio quedó impresionada y desde entonces sería su mecenas, el nexo de unión entre el modisto y la clientela procedente de la alta aristocracia y la realeza que veraneaban en San Sebastián (muy cerca de Getaria), epicentro de la alta sociedad española. Gracias a ello, Balenciaga pudo entrar en contacto con unas formas y modos de vida que nunca hubiera experimentado debido a su origen humilde.

 

En 1907 se estableció en San Sebastián donde comenzó a trabajar en diversos establecimientos con conexiones con la moda parisina. En sus inicios compraba, analizaba y recreaba las creaciones de la alta costura francesa, en especial, de Vionnet, Lanvin o Chanel; enfocaba su atención en la exploración del sentido del tejido, en la minimización de las costuras, en la simplicidad de las formas y en la ornamentación del propio tejido. En el 1917 abrió su primer taller en el número 2 de la Calle Vergara de San Sebastián con la ayuda de su hermana Agustina, y en poco tiempo se ganó el prestigio de la clientela procedente de la alta clase. En el 1918 el modisto presentó su primera colección bajo el nombre de C. Balenciaga y un año más tarde junto a sus nuevos socios, las hermanas Lizaso, constituyó la sociedad limitada Balenciaga y Cía. manteniendo la misma dirección del negocio.

En el 1924 la sociedad se disolvió así que Balenciaga se estableció por su cuenta y abrió un segundo taller en la Avenida nº 2 bajo el nombre de Cristóbal Balenciaga; por aquel entonces ya trabajaban en su negocio 71 empleados. En marzo del 1927 Balenciaga amplió la oferta y creó una segunda marca más asequible llamada Martina Robes et Monteaux ubicada en la Calle Oquendo nº 10 de San Sebastián aunque en octubre del mismo año cambió el nombre y la llamó EISA Costura (cabe decir que ambos nombres están relacionados con su madre). En el 1933 abrió una tienda de EISA Costura en Madrid y un año después lo hizo en Barcelona.

A raíz del estallido de la Guerra Civil española tuvo que exiliarse a París; sería ahí donde Balenciaga daría el gran salto y se convertiría en el gran diseñador que conocemos hoy en día.  El 7 de julio de 1937 se inscribió en la Chambre Syndicale de la Haute Couture y abrió, junto a sus socios Nicolás Bizcarrondo y Wladzio d’Attainville, la sociedad limitada Balenciaga que se establecería en el número 10 de la Avenida George V de París. Ese mismo año presentó su primera colección parisina y rápidamente impresionó a la crítica gracias a su dominio técnico. Su creaciones se basaban en la comodidad de la mujer, en la pureza de las líneas, en la reinterpretación de la tradición española y en el desarrollo de volúmenes innovadores.

 

La encargada de llevar el mando de la casa fue Mademoisselle Renéé aunque una casa de costura tan importante como Balenciaga se dividía en más de un departamento y cada uno de ellos estaba dirigido por un jefe de taller. Según Didier Grumbach, Presidente de la Federación Francesa de la Alta Costura, la casa Balenciaga era la que más empleados tenía y fue dónde aprendieron grandes nombres de la industria de la moda: André Courrèges, Emanuel Ungaro o Hubert de Givenchy. Además por los talleres de Balenciaga pasaron los nombres más destacados de la sociedad de la época: Gloria Guinness, Grace Kelly, Mona von Bismarck, Greta Garbo, Marella Agnelli o Marlene Dietrich, entre muchas otras clientas.

REFERENCIAS Y CREACIONES

Las referencias al arte y la cultura española estuvieron siempre muy presentes en el trabajo de Balenciaga. Las líneas simples y minimalistas de los hábitos religiosos, el volumen arquitectónico de estos tejidos son una constante en muchas de sus piezas, los brillos del traje de luces de un torero o la estética de la indumentaria en la corte de los Austrias reflejada en las negras telas aterciopeladas son algunos ejemplos. Balenciaga amaba la pintura española, revisaba la historia del arte y la reinterpretaba de manera más moderna. El año pasado el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza presentó una exposición llamada Balenciaga y la pintura española donde se pudieron apreciar un centenar de vestidos expuestos junto a numerosos lienzos de Goya, Velázquez, El Greco o Zurbarán.

Tomó la paleta cromática del Greco: ácidos amarillos y fucsias, azules cobalto y verdes ceniza; también usó el color negro que popularizó la corte de Felipe II, el negro como símbolo de poder y elegancia que reinterpretó en elegantes creaciones. De la obra de Zurbarán se inspiró en el color blanco inmaculado de los hábitos de los monjes retratados por el autor así como en los pliegues y volúmenes que figuraban en sus pinturas. De Goya rescató sus encajes y muselinas y la afición de poner lazos en los vestidos. De Zuloaga y de otros artistas como Torres o Madrazo tomó prestada la pasión por lo español y por lo popular: capas castellanas, madroños, volantes o boleros. Balenciaga era un hombre muy creyente y la Iglesia y su mundo también fueron una fuente importante de inspiración; ejemplo de ello son los colores rojos, rosas y púrpuras o los mantos de las vírgenes andaluzas.

Según Janie Samet, periodista de Le Figaro, Balenciaga abordaba el trabajo desde tres perspectivas diferentes: el tejido, la técnica de corte y el cuerpo femenino. Su capacidad innovadora, su conocimiento de los tejidos y los materiales, su sentido de la proporción y la medida y su interpretación del cuerpo femenino lo han consagrado como uno de los grandes diseñadores de la historia. Balenciaga usaba la técnica de los rayos X para dejar la estructura del vestido al desnudo; Catherine Join-Dieterlé, directora del Museo Galliera, puso de manifiesto cómo el maestro podía cortar tres partes diferentes del patrón en un mismo tejido, y después rearmarlo de modo que la clienta jamás supiera nada y que diera la impresión de ser un vestido liviano y fácil.

 

Balenciaga despegó el tejido del cuerpo para poner en valor el movimiento; también jugó con las líneas y las siluetas, se focalizó en la espalda y desdibujó la cintura generando volúmenes. Es así como confeccionó sus icónicas creaciones como la línea “tonneau” (1947), el look “semientallado” (1951), las faldas globo (1953), el vestido túnica túnica (1955), el vestido saco (1957), el vestido baby doll (1958) o la manga japonesa, marcando así el ritmo de la moda.

Las creaciones de Balenciaga destacaron desde el principio por su sobriedad e impecable corte a lo que se unían sus fascinantes combinaciones de colores que causaban furor en el público experto de París. A finales de los años 30 y a lo largo de la década de los 40 sus colecciones presentaban elementos y recursos que caracterizarían su obra hasta el final de su actividad profesional. Los años 50 y 60 constituyeron su edad dorada, Balenciaga se sentía con autoridad para experimentar de nuevo y esto lo llevaría a concebir algunos de los hitos de la historia de la moda. Balenciaga siempre concibió sus modelos en función de las necesidades estéticas y prácticas de las mujeres para las que diseñaba. Hagamos un breve repaso a sus creaciones más destacadas:

 

En el año 1939 introdujo la línea Infanta que fue uno de los primeros éxitos del modisto en París. Balenciaga presentó una colección de profunda influencia historicista con claras reminiscencias de la moda del siglo XVII. Para confeccionar los Vestidos Infanta se inspiró en los elaborados trajes de la corte española, reflejados en las pinturas de Velázquez, pintor oficial de la corte del rey Felipe IV. El vestido infanta imita los vestidos que lucía la Infanta Margarita de Austria, la cual llevaba trajes de color marfil con corpiños apretados y espectaculares faldas ahuecadas mediante enaguas. Balenciaga creó el vestido con formas exageradas, hombros amplios y anchas caderas formadas a base de grandes fruncidos.

En el 1947 presentó la línea barril o “tonneau” la cual se alejaba de la estética dominante de figuras encorsetadas (es el mismo año en que Dior presentaba su New Look). Esta nueva silueta se caracterizaba por la ausencia de entalle en la cintura liberando así el cuerpo de la mujer.

En el año 1951 introdujo el traje “semientallado”, la marinera y el “midi”. Estos tres modelos recordaban a las siluetas de los años veinte en los que la cintura se desdibujaba, estableciendo Balenciaga como referencia la línea de hombros y el bajo de los vestidos. Esta línea añadía volumen en la espalda que contrastaba con el talle ligeramente ajustado en el frente creando una forma curvada que ofrecía una mayor libertad de movimiento. Esto marcó un punto de inflexión en su trayectoria.

En el año 1955 presentó el vestido túnica, un conjunto de dos piezas de líneas rectas y depuradas que envolvía el cuerpo sin oprimirlo, era una evolución de la línea midi. Su hechura suelta dibujaba una silueta tubular y muy moderna que el modisto utilizó a lo largo de su carrera.

 

En el año 1957 presentó el vestido saco el cual mostraba la original línea en la que Balenciaga trabajó en los años 50. Los vestidos holgados y cómodos contrastaban con la encorsetada silueta de la época. A partir de la línea barril empezó a experimentar con las espaldas holgadas dando lugar al vestido saco; el modisto reinterpretó las formas femeninas y eliminó la cintura creando nuevas siluetas nunca vistas en la historia de la moda. También introdujo una versión del vestido saco llamado vestido trapezoidal: largo por debajo de la rodilla, sin mangas, cuello a la caja y abierto de arriba abajo con botones.

En el año 1958 introdujo la silueta baby doll que se caracterizaba por la sencillez de su silueta trapezoidal que eliminaba el talle y daba mucha libertad de movimiento. Su trabajo de búsqueda de una silueta alternativa a la normativa le llevó a la exageración del volumen en sus vestidos con la línea baby doll, con el que dio un paso más allá en el juego de relación entre el cuerpo y la prenda. Ese mismo año también presentó los vestidos de cola de pavo real, más largos por detrás que por delante.

 

En la década de los sesenta Balenciaga introdujo formas cada vez más puras y abstractas, llevando al límite sus conceptos previos. El minimalismo conceptual y técnico se evidencia en los envolventes realizados en tejidos de cierta rigidez como el gazar y la ciberlina, de carácter escultórico y completamente disociados del cuerpo. También reinterpretó la túnica de la década anterior aportándole un toque de sofisticación y un color más intenso.

Balenciaga incluía en cada desfile un majestuoso vestido de novia que sintetizaba el espíritu de la colección mostrada. En el 1960 diseñó el vestido de novia de Fabiola de Mora y Aragón, nieta de la marquesa de Casa-Torres y futura reina de Bélgica. En satén de color marfil y visón blanco, tenía un cuerpo ajustado con escote braco, manga japonesa y talle a la altura de la cadera. Iba guarnecido con una aplicación de piel de visón blanco que perfilaba escote, cadera y cola, una cola que arrancaba de la línea de los hombros prolongándose por la espalda para mostrar toda su extensión.

 

Sus vestidos de novia destacaron por su progresiva simplificación ornamental y constructiva que culminó con sus extraordinarios vestidos de 1967 y 1968. Se trataba de modelos de belleza austera que huían del adorno, eran la esencia de la simplicidad.

ÚLTIMOS AÑOS

Balenciaga fue un gran modisto, un creador de prendas únicas que se resistió a adaptarse a los nuevos tiempos e introducirse en el mundo del prêt-à-porter: él únicamente confeccionaba Alta Costura. En la década de los años 60 gran parte de la sociedad no se identificaba con el refinado mundo de la Alta Costura y las mujeres se querían vestir de forma elegante pero a la vez económica (por ejemplo, Yves Saint Laurent sí se adaptó a dicha necesidad y abrió su tienda Rive Gauche la cual tuvo un éxito inmediato). Lo más cerca que estuvo de desarrollar una línea de prêt-à-porter fue cuando diseñó los nuevos uniformes para las azafatas de Air France. Fiel a sí mismo decidió abandonar un mundo del que ya no se sentía parte y así es cómo en el año 1968 Balenciaga cerró su taller y volvió a España. En sus últimos años se mantuvo retirado aunque asesoraba y colaboraba en algunos proyectos de amigos y conocidos, por ejemplo, fue en el año 1972 cuando confeccionó su última creación: el vestido de novia de Carmen Martínez-Bordiú.

El 24 de marzo de 1972, a la edad de 77 años, falleció en Jávea (Alicante) alejado de la vida pública y fue enterrado en el pequeño cementerio de su Getaria natal. Tan sólo un año después de su fallecimiento Diana Vreeland, por entonces consultora especial del Costume Institute de Nueva York organizó The World of Balenciaga, haciendo del maestro el motivo central de una de las primeras exposiciones sobre moda de un museo.

 

Balenciaga fue un hombre muy misterioso y muchos puntos de su vida siguen siendo opacos, apenas salía a saludar tras sus desfiles y quiso que lo conocieran únicamente por sus creaciones. Para él, el prestigio era más importante que la fama: el prestigio queda y la fama es efímera. Sus obras han sido expuestas en los principales museos del mundo como el Metropolitan Museum de Nueva York, la Fundación de Moda de Tokio o el Museo del Tejido de Lyon. Además, en 2011 se inauguró el Museo Cristóbal Balenciaga en su ciudad natal, Getaria, un homenaje al que fue el rey de la moda durante varias décadas. Dicho museo cuenta con un fondo de más de 2.000 piezas del modisto en las cuales se puede apreciar la elegancia atemporal que caracterizó la obra de Balenciaga.

Un modisto debe ser arquitecto de la forma, pintor para el color, músico para la armonía y filósofo para la medida.  – Cristóbal Balenciaga

WEBGRAFÍA
error: Este contenido esta protegido !!