Desde hace años el sector textil, el de la moda y los complementos, está asumiendo la importancia, la ineludible necesidad de integrar en toda la cadena −desde la producción y obtención en origen de las fibras y materia prima, hasta la valorización y el aprovechamiento al final de la vida útil de los productos, pasando por la disminución en el consumo de agua, la prohibición de la utilización de sustancias tóxicas o peligrosas, reducción de la huella de carbono, hasta la valorización, el reciclado y la reutilización de materiales y productos− criterios de sostenibilidad, social, ambiental y económica, que respeten el compromiso de la sociedad con el entorno y sus semejantes, hacia un modelo más justo, equitativo y, en definitiva, más duradero y ético.
Esta clara tendencia se ha visto reforzada por la aparición de nuevas tecnologías y procesos, de nuevas y mejores herramientas que nos permiten conocer y saber cómo producir reduciendo el impacto, desde la cuna hasta la tumba, de cualquier bien o servicio, y el sector de la moda no es ajeno a esta corriente, que no es un “lujo” occidental, sino que se configura como una verdadera necesidad a escala global.
El mundo jurídico también aporta su contribución eficaz y efectiva para aunar esfuerzos en aras de esta anhelada sostenibilidad, y si bien es cierto que muchas veces llega con cierto retraso frente a otras evoluciones tecnológicas y sociales, también es cierto que al final, el marco normativo, la clara y precisa definición de las reglas del juego, y la capacidad para, llegado el caso, imponerlas, o sancionar, no siempre ante los tribunales ordinarios, a veces ante el gran jurado de la sociedad, lo que se puede o debe hacer, y lo que ya no es admisible.
La crisis causada por la pandemia del Covid-19 ha generado una toma de conciencia aún mayor respecto de la forma en la que sociedad contemporánea se relaciona con su entorno natural, y también sobre cómo lo hacemos con nuestros semejantes. La tragedia de las residencias de ancianos nos hace reflexionar sobre ese modelo, si hemos llegado hasta aquí para ésto, pero también nos pone de nuevo en el punto de mira de la decisión: nuestra especie no está sola ni es ajena a su entorno, y una sociedad justa no puede conducir a resultados necesariamente injustos y, de hecho, execrables. Quizás el Covid-19 no sea más que una advertencia, otra más, que nos llega desde fuera de nuestra zona de confort, y ojalá sirva para algo más que hacer meros brindis al sol, para algo mejor que mirar y callar.