LOS MEJORES CATWALKS DEL MUNDO DE LA MODA. PARTE 1.
Modelos y Catwalks: Un Viaje por los Desfiles más Espectaculares de la Moda.
La moda es una industria en constante evolución, y en su corazón están las pasarelas y las modelos que las recorren. Cada desfile es un testimonio del genio creativo, la innovación y la capacidad de contar una historia a través de la ropa. En esta entrada, nos embarcaremos en un viaje para descubrir algunos de los catwalks más espectaculares y las modelos que han dejado huella en la historia de la moda.
El mundo de la moda ha sido testigo de desfiles que trascienden la mera presentación de ropa, convirtiéndose en momentos icónicos de creatividad y expresión artística. Desde el audaz despliegue urbano de Chanel en un supermercado parisino, hasta el majestuoso Jardín Mágico de Dior, los límites han sido continuamente redefinidos. Alexander McQueen sorprendió con su «Ajedrez de Moda», transformando el catwalk en un tablero de juego estratégico. Por su parte, Versace nos regaló momentos inolvidables cuando modelos legendarias como Naomi Campbell y Cindy Crawford desfilaron juntas al ritmo de «Freedom! ’90» de George Michael.
Estos desfiles o catwalks no son solo una exhibición de moda, sino también manifestaciones de cultura, pasión y revolución estética. Cada uno ha dejado una huella indeleble, recordándonos que la moda es, ante todo, una forma de arte.
1. EL CATWALK DE LA MAISON CHANEL Y EL SUPERMERCADO DE LA MODA.
Uno de los desfiles más recordados es el que Karl Lagerfeld diseñó para Chanel en 2014. Transformó el Grand Palais de París en un supermercado de lujo. Las modelos, entre las que se encontraban Cara Delevingne y Kendall Jenner, recorrían los pasillos llenos de productos con el icónico logo de la marca. Este catwalk se convirtió en un comentario sobre el consumismo y la moda como bien de consumo.
Chanel, la icónica casa de moda francesa, siempre ha sido sinónimo de elegancia, sofisticación y vanguardia. Su historia se entrelaza con revoluciones estilísticas y momentos inolvidables, pero uno de los catwalks más insólitos y comentados tuvo lugar en 2014, cuando el Grand Palais de París se transformó en un supermercado de lujo. Este desfile fue una declaración audaz sobre la moda, el consumismo y la sociedad contemporánea, y en esta entrada, nos sumergiremos en este evento espectacular y analizaremos su significado.
Entrar al Grand Palais durante la Semana de la Moda de París aquel año era como entrar a un supermercado, pero no a uno cualquiera. Bajo la dirección creativa de Karl Lagerfeld, la locación se convirtió en un espacio lleno de estantes, productos y cajas registradoras, todo con el inconfundible sello de Chanel.
Desde latas de sopa con el logo de la marca hasta carritos de compras adornados con la icónica cadena entrelazada de Chanel, cada detalle fue meticulosamente diseñado para sumergir a los asistentes en una experiencia de compra de alta costura.
La elección de modelos para este desfile fue particularmente estratégica. Nombres como Cara Delevingne y Kendall Jenner, ambas en el apogeo de sus carreras, recorrieron los pasillos del “supermercado” interactuando con los productos y entre ellas como si estuvieran haciendo sus compras cotidianas. Sin embargo, sus outfits, compuestos por las últimas creaciones de Chanel, contrastaban maravillosamente con el ambiente casual del escenario, creando una fusión estética sorprendente.
Más allá de la sorpresa inicial y el espectáculo visual, el supermercado de Chanel llevaba un mensaje profundo sobre el mundo de la moda y la sociedad en general. En una época donde el consumismo rápido está en su apogeo y la «moda rápida» domina el mercado, Lagerfeld parecía hacer una declaración sobre cómo la alta costura y la moda de lujo también se han convertido en productos de consumo.
Además, el desfile cuestionaba las líneas borrosas entre la necesidad y el deseo, entre lo esencial y lo lujoso. Al colocar prendas de miles de dólares junto a “productos de supermercado”, Lagerfeld invitaba a reflexionar sobre el valor que le damos a los objetos y cómo la moda, en su esencia, también es un bien de consumo, aunque de una naturaleza diferente.
El impacto mediático del desfile fue inmenso. Las redes sociales se inundaron de imágenes y comentarios sobre el supermercado de Chanel, convirtiéndolo en uno de los eventos más comentados de la Semana de la Moda de París.
Pero, además de la conversación inmediata, este desfile dejó un legado duradero en la industria. Por un lado, reafirmó la posición de Chanel como una marca dispuesta a romper esquemas y reinventarse. Por otro, estableció un precedente en cuanto a cómo se pueden fusionar la narrativa, la crítica social y la moda en un solo evento.
2. EL CATWAL DE DIOR Y SU JARDÍN MÁGICO.
Para la colección de Alta Costura de Primavera/Verano 2013, Dior construyó un invernadero lleno de flores exóticas en el Museo Rodin. Las modelos emergían de entre las flores con vestidos que parecían sacados de un cuento de hadas. Este escenario mágico se ha quedado grabado en la memoria de todos los amantes de la moda.
Al hablar de la moda y sus infinitos paisajes de creatividad, hay pocas marcas que evocan inmediatamente una sensación de lujo, atemporalidad y arte refinado como lo hace Dior. A lo largo de los años, esta icónica casa de moda ha establecido el estándar del diseño de alta costura y ha transformado la pasarela en un escenario de sueños. Sin embargo, esta temporada, Dior nos ha llevado a un viaje mágico a través de su inigualable «Jardín Mágico».
Desde el inicio, el escenario prometía algo fuera de lo común. Un vasto espacio lleno de árboles centenarios, flores vibrantes y luces titilantes que emulaban luciérnagas en la penumbra. El zumbido de la expectación llenaba el aire, mientras que suaves melodías naturales (el canto de los pájaros, el susurro de las hojas) establecían la atmósfera.
El primer diseño emergió y de inmediato, el concepto del «Jardín Mágico» se hizo evidente. Una modelo, vestida con un vestido largo y fluido de tonos verdes y florales, parecía flotar por la pasarela, con telas que imitaban las hojas y flores que se mecen al viento. El diseño era tan intrincado que uno podía casi sentir el rocío de la mañana en cada petálica textura.
No solo la ropa, sino los accesorios también tomaron protagonismo. Joyas que brillaban con un resplandor etéreo, rememorando gotas de agua y rocío, complementaban la estética general. Los zapatos, por otro lado, parecían raíces que emergían del suelo, entrelazándose con los pies de las modelos, un recordatorio poético de nuestra conexión con la tierra.
A medida que el desfile avanzaba, la paleta de colores se transformaba, pasando de los verdes intensos a los dorados del atardecer, y luego a los profundos azules y plateados del crepúsculo. Cada pieza contaba una historia, un momento capturado en este jardín encantado que Dior había creado.
Pero más allá de la estética y la impresionante artesanía, lo que realmente resaltó fue el mensaje subyacente. En una era donde la sostenibilidad y la responsabilidad ecológica están al frente de muchas discusiones, Dior eligió no solo celebrar la belleza de la naturaleza, sino también destacar la necesidad de protegerla. A través de su Jardín Mágico, la marca parecía instar a sus espectadores a no dar por sentado el mundo natural y a reconocer la magia que nos rodea.
No fue solo un desfile de moda, fue una experiencia transformadora. Al salir de la presentación, los asistentes comentaban no solo sobre las prendas, sino sobre cómo se sentían inspirados a reconectarse con la naturaleza, a apreciar las pequeñas maravillas que a menudo pasamos por alto.
3. CATWALK DE McQUEEN Y EL AJEDREZ DE LA MODA.
Alexander McQueen fue conocido por sus desfiles teatrales y llenos de narrativa. Uno de los más icónicos fue su presentación para la Primavera/Verano 2005, donde las modelos se convirtieron en piezas de ajedrez en un tablero gigante. La colección, inspirada en un juego de ajedrez, destacó las habilidades narrativas y creativas de McQueen.
Alexander McQueen, siempre sinónimo de audacia y innovación, ha llevado a la audiencia a un nuevo nivel de fascinación con su última presentación. Esta vez, a través del intrigante y estratégico mundo del ajedrez. Un tablero gigante se convirtió en la pasarela, y cada modelo en un peón, reina, rey, torre, alfil o caballo. Pero, en este juego, no hubo ganadores ni perdedores: cada movimiento era una declaración de moda, una fusión de táctica y arte.
El espectáculo comenzó con un silencio palpable, interrumpido únicamente por el suave clic de las piezas al moverse en el tablero. El escenario se oscureció y las luces se centraron en el tablero, revelando un desfile inicial de peones, cada uno representando la esencia utilitaria, pero fundamental, de la moda. Vestidos en tonos monocromáticos, estos «peones» llevaban diseños estructurados que rememoraban las líneas rectas de su movimiento en el juego. Sin embargo, McQueen, fiel a su estilo, incorporó detalles sorprendentes: cortes asimétricos, plisados inesperados y texturas ricas que transformaron a las piezas más básicas en protagonistas.
Luego, las torres emergieron, majestuosas y fuertes. Inspiradas en la fortaleza y la estructura, las piezas evocaban siluetas arquitectónicas, con fuertes hombros, cinturas ceñidas y faldas amplias que flotaban al caminar. Las texturas evocaban la piedra y el metal, con lentejuelas y bordados intrincados que capturaban la luz con cada paso.
El alfil, con su capacidad de moverse en diagonal, inspiró diseños que rompieron las convenciones. Asimetría, cortes sesgados y una paleta de colores que desafiaba las normas. Tonos eléctricos se mezclaban con neutros, creando un juego visual que recordaba el movimiento impredecible del alfil.
Los caballos, con su movimiento en forma de L, trajeron consigo una fusión de poder y gracia. Las modelos llevaban botas altas, inspiradas en la equitación, acompañadas de prendas con flecos y detalles que evocaban la elegancia del mundo ecuestre. Pero McQueen no se detuvo allí: las capas y las plumas agregaron un toque de fantasía, recordándonos que el ajedrez, en su esencia, es también un juego de imaginación.
Y entonces, la reina. En el ajedrez, es la pieza más poderosa, y McQueen le rindió homenaje con diseños que exudaban empoderamiento y feminidad. Vestidos largos con corpiños estructurados, detalles en encaje y una paleta de colores que variaba entre el negro intenso, el dorado y el plateado. Cada reina llevaba una corona, pero lejos de ser tradicional, estas eran abstractas, casi escultóricas, desafiando y redefiniendo la noción de realeza.
El rey, por su parte, se presentó con una mezcla de sobriedad y majestuosidad. Trajes sastre, con detalles bordados y una paleta centrada en tonos oscuros, eran la norma. Pero McQueen, siempre sorprendente, incorporó elementos inesperados como capas transparentes y bordados de hilo dorado.
El climax del show llegó con un enfrentamiento «ajedrecístico» en el centro del tablero. Las modelos, posicionadas estratégicamente, se movieron al ritmo de una sinfonía dramática. Pero en lugar de una batalla, fue una celebración. Una danza de moda, arte y estrategia.
Con este desfile, McQueen no solo presentó una colección, sino que también planteó una reflexión sobre la moda como juego estratégico. En el ajedrez, al igual que en la moda, cada movimiento cuenta. Cada pieza tiene su función, su momento de brillar. Y en este juego, McQueen demostró, una vez más, ser un maestro.
El «Ajedrez de Moda» de McQueen se quedará en los anales de la historia de la moda no solo por su innovación estética, sino también por su profunda reflexión sobre el papel de cada uno en el gran tablero de la vida. Porque, al final del día, todos somos piezas en un juego, buscando hacer el movimiento correcto, buscando nuestro momento para brillar.
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