Enrique Ortega Burgos

COMPETENCIA DESLEAL EN LA INDUSTRIA COSMÉTICA: LAS ETIQUETAS CRUELTY FREE

Cruelty Free”, “Not tested on animals”, “Animal Friendly”…

 

 

Todo consumidor de cosmética se ha visto alguna vez delante de este tipo de etiquetas. Y, probablemente, ante dos productos de características similares ha terminado optando por aquel que llevaba impreso el logo del conejito blanco (Leaping Bunny), u otro sello análogo, pensando que así contribuía en la lucha contra el maltrato y la explotación animal. Sin embargo, desde 2013 todos los productos cosméticos vendidos y/o fabricados en Europa son “cruelty free”, por lo que estas etiquetas no solo resultan innecesarias y redundantes, sino que pueden confundir al consumidor al inducirle a pensar que su ausencia en el envase del producto implica que el producto sí ha sido testado en animales.

En Europa está prohibido vender y/o fabricar productos cosméticos que hayan sido testados en animales. Desde 2004, y de manera progresiva hasta 2013, la UE ha ido vetando la experimentación de productos cosméticos en animales condenando en la actualidad tanto “la realización de ensayos en animales de productos cosméticos acabados, ingredientes o combinaciones de ingredientes” como “la introducción en el mercado europeo de productos cosméticos cuando su formulación final, o alguno de sus ingredientes o combinaciones de ingredientes, hayan sido objeto de ensayos en animales[1].

 

2004, se prohíbe la experimentación de productos cosméticos en animales
2009, se prohíbe testar los componentes de los cosméticos en animales
2013, se prohíbe de forma definitiva comercializar cualquier cosmético que haya sido probado (bien el producto definitivo, bien los componentes) en animales de cualquier parte del mundo

 

Por lo tanto, y salvo contadas excepciones como el caso de (i) productos fabricados con anterioridad a la entrada en vigor de la normativa que hubieran podido ser testados en animales; (ii) productos que contengan ingredientes que, de acuerdo al Reglamento Europeo REACH (CE 1907/2006), relativo a las sustancias y mezclas químicas y su uso seguro, deban evaluarse obligatoriamente con un test de toxicidad para valorar su seguridad e impacto en la salud humana y el medio ambiente; o (iii) productos cuyos ingredientes se utilicen, además de en el sector cosmético, en otras industrias como la biomédica, toxicológica, farmacológica o química y se testen en este segundo contexto,  dentro de la Unión Europea no se produce ni comercializa ningún cosmético que haya sido testado en animales.

 

Entonces, ¿por qué están tan en auge etiquetas y sellos cruelty free como PETA, Leaping Bunny o CCF?

 

Por un lado, la sociedad del siglo XXI está cada vez más concienciada con el medio ambiente y la ética. Y los individuos, conscientes de la repercusión que tiene el consumo en el cambio hacia un mundo mejor, lo utilizan como herramienta para apoyar las causas en las que creen, tal y como refleja un estudio de la OCU y NESI, que concluye que ya en 2018, el 73,5% de los españoles reconocía estar adaptando sus decisiones de consumo a razones de ética y sostenibilidad.

 

Y por otro lado, las marcas son perfectamente conscientes de las tendencias de consumo actuales y del impacto positivo que puede generar en sus ventas el ser asociadas con este tipo de valores. Por ello y, por supuesto, porque muchísimas empresas comparten la consciencia social y ambiental que caracteriza a nuestra época, cada vez más compañías apuestan por productos y procesos más naturales, justos y sostenibles.

 

Hasta aquí todo claro y correcto.

 

El problema surge a la hora de publicitar estos “valores añadidos”. Entre comillas porque, como ya se ha dicho antes, en el caso de las etiquetas cruelty free, not tested on animals o animal friendly y análogas, el valor añadido no existe. Ninguno de los productos de cosmética que se fabrican y/o se comercializan en Europa han sido testados, al completo o por ingredientes, en animales. Es decir, todos son igual de cruelty free y not tested on animals. Sin embargo, el consumidor medio no tiene por qué conocer este dato. De hecho, probablemente, la gran mayoría no lo sabe. Y por ello, ese porcentaje tan alto de población que adapta sus decisiones de consumo a razones de ética y sostenibilidad, es engañado, y compra productos con la etiqueta de libre de maltrato animal pensando que así aporta su granito de arena a una causa que, en Europa, ya está ganada.

 

Queda claro, por tanto, el interés de las marcas en imprimir estos logos en sus productos. Pero entonces, ¿por qué no lo llevan estampado todos los cosméticos que se producen y venden en Europa?

 

En primer lugar, porque hacerlo iría contra la normativa europea. De acuerdo con el Reglamento (UE) Nº 655/2013 sobre las reivindicaciones relativas a productos cosméticos, “No se permiten las reivindicaciones que den la idea de que un producto presenta un beneficio determinado cuando este consista en el mero cumplimiento de los requisitos mínimos legales”. Es decir, no se puede promocionar que no se está experimentando con animales como si fuera una elección propia o un factor diferenciador positivo respecto del resto de productos análogos, puesto que realmente solo se está cumpliendo, al igual que hacen todos los productos del mercado, con la prohibición de testar y comercializar productos testados en animales que impone a nivel europeo el Reglamento (CE) Nº 1223/2009 sobre productos cosméticos.

En segundo lugar, porque ninguna de las certificaciones y sellos referidos son oficiales, sino que pertenecen a organizaciones privadas que los otorgan de acuerdo a criterios propios y a cambio de un canon o precio. Y no parece tener mucho sentido pagar por una certificación que, de añadirla a los productos o asociarla a la marca, conlleva una infracción de la normativa europea que puede ser sancionada.

Y en tercer lugar, porque de acuerdo a la Ley de Competencia Desleal, supone un acto de competencia desleal, en cuanto que se trata de un comportamiento contrario a la buena fe que puede distorsionar el proceso de toma de decisión de un consumidor en la selección de una oferta. Es decir, el empresario, es consciente de la normativa que rodea su actividad, y sabe que ni él ni ninguna otra empresa puede vender o fabricar productos que hayan sido testados en animales. No obstante, también es consciente del efecto positivo que puede tener en sus ventas incluir el reclamo cruelty free en sus productos. Y, centrándose en esta segunda premisa, decide incorporar la etiqueta a sus artículos, resultándole indiferente el efecto negativo que, por comparación y de manera injusta, puede provocar en las ventas, imagen y reputación del resto de sus competidores que, cumpliendo las distintas normativas citadas, no promocionan ser cruelty free.

 

http://www.queandaibonita.cl/

 

En conclusión, ninguno de los productos cosméticos que se producen o comercializan en territorio europeo han sido testados en animales. Ni los productos, ni sus ingredientes. Y la presencia de las distintas etiquetas y sellos contra la experimentación en animales en un envase solo demuestra dos cosas: que el empresario no tiene respeto por la normativa aplicable a su actividad; y que la marca intenta manipular a los consumidores a costa de la reputación e imagen de sus competidores y del resto de la industria cosmética.

 

[1] REGLAMENTO (CE) No 1223/2009 DEL PARLAMENTO EUROPEO Y DEL CONSEJO de 30 de noviembre de 2009 sobre los productos cosméticos

 

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