Enrique Ortega Burgos

LA INVERSIÓN EN STARTUPS: SECTOR DE LA MODA

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La inversión en startups, por lo general, suele asociarse a la inversión en empresas cuyo crecimiento exponencial se basa en un modelo de negocio que parte de componentes exclusivamente tecnológicos, pero son cada vez más las startups que, apoyándose en la tecnología como medio para llegar a los usuarios, deciden crear un nuevo modelo de negocio para sectores más tradicionales.

Un buen ejemplo de ello es el sector de la moda, donde hemos visto como algunas startups están triunfando mediante un modelo de negocio que se apoya y se ayuda de la tecnología para reducir sus costes y crecer exponencialmente, pero su producto no es tecnológico, es decir, la tecnología no es el producto final, sino que es el medio empleado para llegar a los consumidores. Algunas de estas startups del sector de la moda son: We Are Knitters, Ecodicta, Percentil, Chicfy, Shot ‘N Shop, Chicisimo, Chicplace.

En efecto, las startups son nuevas empresas que se basan en modelos de negocio con capacidad de obtener un crecimiento exponencial en muy poco tiempo y sin que sus costes aumenten mucho, de ahí su nombre con origen anglosajón de “start-up”. En España, normalmente, las solemos asociar y confundir con cualquier empresa que nace o se crea de inicio, aunque no genere un crecimiento exponencial, de modo que, siendo un poco rigurosos y fieles al origen del término, solo deberíamos atribuir el mismo a aquellas empresas cuyo modelo de negocio genera un crecimiento exponencial de la startup, en muy poco tiempo, y sin que sus costes aumenten en la misma proporción que sus ingresos.

La inversión en este tipo de empresas se encuadra dentro de la categoría de las  inversiones de alto riesgo, y puede ser realizada por cualquier persona, disponga, o no, de conocimientos en materia financiera y/o en el sector en el que se quiere invertir. No obstante, dicho riesgo disminuye, aunque no desaparece –pues sigue siendo alto–, cuando la inversión se canaliza a través de inversores profesionalizados, esto es, plataformas de Crowdfunding, fondos de Venture capital y Private Equity, que cuentan, desde el inicio, con equipos profesionalizados que previamente analizan, al detalle, las métricas, el modelo de negocio, las cuentas anuales y el equipo de la compañía invertible –la startup target–.

Dejando a un lado los fondos de Venture Capital y Private Equity –volveremos a hablar sobre este asunto, más adelante, en otro post–, para cualquier persona sin conocimientos técnicos en este sector, la recomendación de la inversión pasaría por destinar una pequeña parte de su patrimonio personal en función de su perfil de riesgo. En general, no hay una cifra exacta recomendable, pero teniendo en cuenta que solo se debe invertir el dinero que uno se puede permitir perder, a partir de esa premisa, que debe ser innegociable para todo inversor, hagan sus cuentas. Un límite aconsejable pasaría por invertir entre un máximo del 10% o del 15 % de su patrimonio total invertible, es decir, del patrimonio actual más el patrimonio futuro líquido, deducidos los gastos. Si bien lo anterior, en todo caso, uno de las claves más importante a la hora de invertir en startups es el acceso a buenas oportunidades de inversión, también conocido por los anglosajones como “Dealflow”.

Entre las fuentes de financiación de una startup podríamos distinguir, de manera general y no acotada, las siguientes:

 

  • La tres “FFF”: Friends, Fool & Family

  • La Banca Tradicional.

  • Los Business Angels, las plataformas de financiación participativa “Crowdfunding”, los fondos de Venture capital y los Private Equity

 

Asimismo, siempre es conveniente, y recomendable, reservar una parte significativa del capital del que se dispone para invertir, de modo que, llegado el momento, se disponga de liquidez para acudir a las siguientes rondas de financiación o ampliaciones de capital de la misma startup inicialmente invertida y así evitar diluir nuestra participación en el capital social de la misma, o incluso invertir más dinero en aquellas compañías de nuestra cartera que estén funcionando bien.

Así pues, el binomio riesgo-rentabilidad depende de nuestra situación personal y profesional, de nuestras preferencias de inversión y de nuestro apetito por el riesgo, por lo que no hay una sola definición correcta de qué es lo ideal, en lo que a una inversión en el sector de las startups se refiere, pero podemos dibujar un escenario más o menos cercano de dicho binomio:

 

     I. La inversión en una fase semilla o “Fase seed” con una valoración de la startup muy baja es una inversión de alto riesgo de la que se espera una alta rentabilidad, pues, a más riesgo, más rentabilidad, además, a lo anterior se le une el hecho de que al entrar en una fase inicial, dónde la valoración de la empresa es baja, la rentabilidad o plusvalía para el inversor puede ser mucho mayor llegado un evento de liquidez.

     II. La inversión en una startup en una fase posterior a la fase seed, esto es, en una fase “Early stage” o “Growth” implicaría entrar en una empresa con una valoración más alta, de modo que se reduce el riesgo y, por tanto, la rentabilidad a obtener por el inversor en un evento de liquidez futuro.

 

Por último, el mercado diferencia diferentes fases de una startup, de modo que, cada inversor, en función de su perfil riesgo- rentabilidad, decidirá entrar en la fase de la compañía en la que se encuentre más cómodo según su binomio riesgo – rentabilidad:

 

  • Fase semilla o Fase pre-seed, Fase seed.

  • Early stage, Growth o crecimiento.

  • Madurez

 

Fuentes:

https://www.ascri.org/

https://www.modaes.es/back-stage/all-in-en-la-segunda-mano-y-la-suscripcion-la-start-up-ecodicta-sale-en-busca-de-capital.html

 

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