HISTORIA DE LA LENCERÍA: CUANDO EL VESTIDO HABLA. VESTIDOS DE NOCHE.
Todas las sociedades usan la ropa y los adornos para transmitir información social y personal, desde las más primitivas hasta las sociedades más sofisticadas.
Tras años de dormir al desnudo, en el siglo XVI la mujer comienza a llevar prendas de noche. La habitación era un lugar utilizado como una estancia para llevar esas prendas de noche y mantos transparentes utilizados al final del día en la intimidad.
A principios del siglo XIX, se sustituyeron por camisones almidonados de encaje, abotonados vestidos de dormir que cubrían el cuerpo desde el cuello hasta los tobillos y las muñecas. El cuerpo de la mujer era visto como un pecado al que apenas se tenía acceso visual.
LOS VESTIDOS DE NOCHE Y LA LENCERÍA EN EL SIGLO XX. EL CAMBIO RADICAL.
El cambio radical de las costumbres sociales mucho más relajadas se produjo a principios del pasado siglo XX.
La prenda de dormir, como el resto de formas de vestir, fue ostentosamente ornamentada, cuando los negligées , vestidos de tocador y vestidos para el té se cargaron de decoración, olvidándose de la practicidad.
Según destacó la revista Vogue, en el año 1916,
“la mayor debilidad de una mujer, está en las cosas bonitas de tocador. Nada le era más acariciador que la satisfacción y deleite de una suave bata de seda o una emplumada matineé”.
Por el año 1926, las sedas artificiales y el crêpe estaban siendo utilizados en prendas de noche y con colorido. La gasa adornada así como los pijamas de crêpe se tornaron brillantes y atrevidos. Las mujeres que comenzaron a llevar largas prendas de noche causaron sensación. El encaje negro aparece en los años veinte, revelando sexualidad vistiendo figuras destinadas a ser exhibidas. Estas prendas estaban cubiertas por distintos tipos de chaquetas superpuestas, incluyendo las lujosas de desayuno. Hechas en tejidos como el suave terciopelo.
La creciente feminidad de los años treinta, lleva a la prenda de vestir después del vestido de noche cortado al bies. Caracterizada con los cuellos bajos en V y borde abierto, se fabricó con telas transparentes, lo que marcaba el cuerpo, y se acompañaba de prendas adicionales como boleros o batas cortas, con mangas similares a los vestidos de noche ricamente ornamentados. Los vestidos de lencería fueron más ajustados y reveladores, acompañados con chaquetas para la cama, acabadas en plumas de cisne, tiras de encaje o capas de seda aterciopelada.
Estos tejidos más finos fueron más fáciles de lavar y planchar durante la época de guerra, tiempo en el que las prendas de noche fueron radicalmente más cortas.
El escapismo, que provocan estas prendas, fue difícil de mantener cuando la Segunda Guerra Mundial se extendía en el tiempo. Fue cuando se comercializaron distintos tipos de pantalones cortos con elásticos en las espalda y un tipo de camisa con botones.
Al finalizar la guerra, las prendas de noche se hicieron incluso más femeninas, con capas y capas de nylon, encajes ondulados, vestidos de muselina, cinturas altas y cuellos muy bajos con ondas y rizados. Las mangas bufonadas y engarzadas fueron muy populares para las prendas de noche y negligêes.
A finales de los años cincuenta, las reinas del cine, en Hollywood, paseaban por la gran pantalla con vestidos con cortes en la cintura, transparencias y las áreas sexuales estratégicamente emplazadas. Algunas de las más innovadoras y dramáticas piezas de lencería fueron tan bonitas que se llegaron a utilizar en las fiestas, y Hollywood fue responsable de ello.
Los vestidos de noche de puro nylon dejaron de figurar, cuando se mezcla el algodón con el nylon. Las mezclas de sedas, lana y crêpe, así como las gasas y georgettes para conjuntarse en las batas. Cuando los Baby Dolls aparecen, en los años setenta, alardeando de cuellos sexys, impresos de indú y de colores llamativos, con lazos y arcos, pero sobre todo, mucho más cortos y atrevidos que nunca, fueron considerados de alta moda.
Estos vestidos de noche fueron llevados sin braguitas; aunque con prendas interiores de impresos a conjunto, con apliques y recortes. Estas prendas se realizaron en lana, algodón y gasa, fueron suplidas por estampados psicodélicos.
LA EVOLUCIÓN DE LOS VESTIDOS DE NOCHE DESDE LOS AÑOS 80. LA LENCERÍA DE LUJO.
Los años ochenta, se caracterizaron por un estilo más unisex, cuando los adornados picardías son sustituidos por suaves vestidos de noche de gasa. La extravagancia de la lencería de lujo llevó a subir los precios, pero en ese momento, con un auge económico importante, las mujeres lo compraban sin miramientos.
Los años noventa trajeron un sentimiento de sofisticación renovado, en el que se combinaban tanto la función como el valor. Las mujeres tenían una vida mucho más dinámica y necesitaban prendas más prácticas con tejidos como el punto de algodón, incluso en la ropa interior, como las camisetas de manga corta, leggings y monos. La ropa de dormir sufrió una transformación e incorporación de nuevos productos en el mercado, que la gente usaba tanto para dormir como para andar por la calle.
Las líneas de lo íntimo quedan desdibujadas y la ropa interior comienza a lucirse en el exterior. Los bodies de encaje y sin tirantes son llevados con vaqueros tanto para la tarde como por la noche. La comodidad prevalecía, pero no se dejaba de lado la feminidad, por lo que las mujeres querían poseer una gran variedad de vestidos de noche a conjunto con sus batas, por lo que podían tenerlo todo.
La información que transmitimos con nuestra manera de vestirnos, la forma de llevar el pelo, los gestos de nuestro cuerpo al caminar y al mover las manos son signos y símbolos que comunican información gracias al lenguaje simbólico de los vestidos, lo que llamamos comunicación no verbal.
La semiótica es el estudio de estos símbolos. A veces, podemos llegar a conclusiones erróneas sobre una persona cuando su ropa y complementos no se ajustan a su personalidad, unas veces por querer mostrar una situación económica, por querer demostrar profesionalidad, o pertenecer a un grupo religioso, político, o a una empresa; usamos distintivos para mostrar que formamos parte de ese grupo.
Después de cada crisis nos volvemos a aferrar a los valores más tradicionales, los que nos recuerdan a nuestra niñez, época en la que nos sentíamos protegidos. No es de extrañar que, después de tantos meses encerrados, usando prendas confortables, pero con poca gracia, queramos volver a brillar, a lucir mejor, a sentirnos más femeninas.
Querer cuidarse, es parte de una curación personal que nos pide nuestra mente.
Volver a sentir la suavidad de las gasas y sedas sobre nuestra piel, volver a sentirnos sexys.
Para ello, en Golden Angels Lingerie (www.goldenangels.es), tenemos una línea de Babydolls y Batas que tienen una reminiscencia de los años dorados de Hollywood con la practicidad de hoy.
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Tú también puedes tener tu lencería a medida. Porque todas podemos lucir las mejores características de nuestro cuerpo, mostrando nuestra personalidad y nuestros gustos, nuestra sensibilidad y nuestros anhelos, en definitiva, que nuestras prendas hablan por sí solas.
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