Enrique Ortega Burgos

Evolución del modelaje

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De los años 20 a las ‘instamodels’

 

Este es el primero de una serie de artículos en la que nos acercaremos al mundo de los y las modelos de moda a través de distintas vías: analizaremos algunas entrevistas realizadas a modelos y los artículos de prensa de los últimos años, estudiaremos la normativa que afecta y regula esta profesión, y además revisaremos la bibliografía existente sobre el tema. Tras una breve exposición de la historia de la profesión de modelo, a la que dedicamos este artículo y que pretende servir de contexto para los posteriores, procederemos a profundizar en su problemática actual, valorando las visiones de diferentes autores y analizando las soluciones que están ofreciendo los distintos países a los problemas actuales de esta profesión, como son los contratos, la edad de las modelos o el que quizá suena más en la opinión pública, la delgadez extrema que en muchas ocasiones se les exige. Además conoceremos algunas modelos con características diferentes a las de la mayoría, que aportan nuevas luces a esta estricta y dura profesión.

También analizaremos algunas cuestiones interesantes y que generan debate entre los expertos e incluso en la opinión pública, como por ejemplo:

¿Son las modelos creadoras de tendencias e incluso de problemas de salud en la sociedad actual (anorexia, bulimia, etc.) o en realidad son ellas mismas un reflejo de los valores y cánones que la sociedad exige? Es decir ¿son causa o consecuencia?

¿Su apariencia y físico debe acercarse más al de la mujer u hombre de la calle o deben seguir manteniendo unas características tan especiales que los muestre como modelo de belleza potencialmente inalcanzable para el resto de la población?

 

Cómo el mundo de la moda ha llegado a ser el movimiento social que es hoy

La cuna de la moda y su infancia

 

La corte francesa de Borgoña se considera la cuna de la alta moda, donde lujo y estilo se convirtieron en sinónimo de poder; aunque los primeros orígenes de la moda actual como signo de estatus los podríamos situar en Italia e incluso más atrás, sin duda llegaría a expandirse como nunca antes gracias al Renacimiento y su sociedad pre-capitalista. Así pues, la moda como la entendemos ahora es un concepto que surge en Europa en el siglo XVII de manos de una minoría poderosa y adinerada. No es hasta la Revolución Industrial que esta tendencia alcanza a las clases medias, ya que el desarrollo económico y tecnológico permite por primera vez la producción a escala y la expansión de la industria textil.

 

Paralelo al desarrollo de la moda, a partir del s. XIX surge la figura de las modelos y de las pasarelas. Marie Vernet, nacida en 1825 en Francia y esposa del diseñador Charles Frederick Worth, se considera la primera modelo de la historia. Esta mujer trabajó como el primer “maniquí humano”, luciendo los diseños del que terminaría siendo su esposo, con gran éxito entre personalidades de la cultura y espectáculo del momento. Por su parte, a mediados del s. XIX, en los salones de alta costura de Francia surge la primera pasarela de moda. Se relaciona con la exhibición de los modelos creados por Charles Frederick Worth, considerado padre de la alta costura y el primer diseñador que expuso sus modelos al público (hasta el momento, realizados a petición del cliente.

 

La primera presentación exclusiva para la prensa la realizó el diseñador francés Paul Poiret en 1910; mientras, la diseñadora británica Lucile, Lady Duff Gordon, presentaba sus colecciones en sus tiendas, con música en vivo y gran teatralidad, utilizando como modelos a chicas humildes, que, a pesar de convertirse algunas en “celebridades”, en poco se parecían al concepto de supermodelo actual: estas mujeres no tenían sueldos dignos ni eran recibidas en sociedad.

Así surgieron las pasarelas francesas y británicas y con ellas la figura de la modelo, que se consolidará durante los años 20 en París con diseñadores como Poiret, Patou, Doucet o Chanel. Comienza así la identificación de la sociedad con la imagen de la modelo y seguirá evolucionando a lo largo de los diferentes momentos de la historia. De esta manera va cambiando el cuerpo de las modelos según las circunstancias socioculturales y económicas del momento: con Patou eran esbeltas y delgadas; con Balenciaga, bajas y rellenas; para los fotógrafos de entreguerras, esculturas clásicas inaccesibles dirigidas a clases adineradas; y en la II Guerra Mundial eran de aspecto más alegre y cercano.

 

Mientras tanto el fenómeno de las pasarelas también se extendió a Italia y llegó a EE.UU. en 1943, con la II Guerra Mundial, porque los entusiastas de la moda no podían viajar a París y organizándose la Semana de la Moda en Nueva York. Las primeras escuelas de modelos se abrieron entonces en Londres y EE.UU., reforzando la aceptación social de las modelos.

 

La llegada de los medios de comunicación y la consolidación de la figura de la modelo

 

Tras la guerra, ya en los años 60 hay dos fenómenos que condicionan la imagen de las modelos: por un lado la moda “Prêt-a-Porter”, que requería modelos que se adaptaran al tallaje estandarizado; y los avances técnicos que permitieron la aparición de fotografías de moda en periódicos, que, junto a las revistas, se transformaron en escaparate y reclamo de modelos fotográficas que se convirtieron en una élite de “gente guapa”, a la vez que el modelaje alcanza a ser un verdadero negocio de calado. Se buscaban “chicas que exageraran una apariencia real de sí mismas, no la irrealidad altanera con la que actuaban las modelos de costura” (Mary Quant citada en Keenan 1977: 127). Entre ellas encontramos a Jean Shrimpton, ideal de las clases medias; o a Twiggy (Lesley Lawson), con una imagen joven e inocente se caracterizaba por su origen popular. Se convierten así estas modelos en muestra del poder transformador que pueden tener la moda y el estilo.

En los años 70, la moda se vuelve más sobria debido a la depresión económica, la imagen de las modelos se hace otra vez más distante y dura. Se incorporan los honorarios de las modelos a la campaña publicitaria del producto que anuncian y aparecen modelos muy bien pagadas como Lauren Hutton, “la cara humana” e imagen de la casa Revlon; o Margaux Hemingway con aspecto de “un millón de dólares” (este fenómeno irá en aumento hasta llegar a las Supermodelos y sus elevadísimos honorarios).

A finales de los 70 y principios de los 80, la recuperación económica trajo modelos más divertidas y enérgicas, incluso algunas, como Grace Jones o Jerry Hall, combinaban su profesión con una animada vida nocturna (asociación que se ha mantenido hasta la actualidad).

 

Las supermodelos y la globalización de la moda

 

El mercado de la moda se va haciendo global y la publicidad toma cada vez mayor importancia, las modelos son ya una herramienta de marketing masivo. A finales de los 80, dará lugar al fenómeno de las “Supermodelos”: herramientas seguras para los diseñadores y símbolo de éxito económico y status que transfieren a los productos que anuncian, a pesar de -o quizá precisamente por- sus honorarios astronómicos y las campañas publicitarias millonarias que las tomaban como piedra angular de las mismas.

De esta forma, las “Supermodelos” se convierten en el ideal de belleza “global”, muy útil en campañas internacionales como Linda Evangelista y Christy Turlington con Chanel o Isabella Rosellini con Lancôme. Representan el canon de belleza deseado por la población: chicas rubias, ojos claros, esbeltas… como Claudia Schiffer, Karen Mulder o Elle Macpherson; con algunas excepciones como eran los toques exóticos de algunas modelos de color, que, sin embargo no consiguen los mismos contratos ni tienen la misma repercusión y contratos.

Esta imagen descrita aún perdura en las modelos actuales, pensemos en Natalia Kurkova, Heidi Klum o Natalia Vodianova, por ejemplo. Lo cierto es que desde entonces se observa un acercamiento entre la moda y la calle, motivado por el creciente interés de los medios de comunicación, por anuncios callejeros de las modelos y por lo que empiezan a simbolizar para la sociedad, convirtiéndose la moda en un fenómeno de masas y adquiriendo las modelos capacidad normativa sobre los cánones de belleza ideales. Estas modelos se perciben como “sexys” y empiezan a ser también un referente erótico. El modelaje se convierte en el gran negocio que es hoy.

En los 90, la fuerte imagen de estas Supermodelos, que podía eclipsar incluso a los propios diseños, y sus elevadas retribuciones, lleva a buscar una imagen joven y marca el inicio de una tendencia favorable a modelos muy jóvenes que evoquen esta imagen natural e infantil, con una delgadez evidente. Es en esta década cuando comienza a aparecer una contratendencia basada en modelos con vidas destacadas, de más edad, con rasgos diferenciales y más “reales”, algo alejadas del canon general de la modelo de la época. Parece un intento de diversificar la imagen de las modelos, aunque quizá fuese más una estrategia para evitar pagar los altos honorarios de las grandes modelos, ya que estas modelos “reales” cobran mucho menos, tanto entonces como ahora.

 

A pesar de todo, esta tendencia se mantiene minoritaria y no se acaba con el canon general de la modelo alta y delgada, que habían implantado las supermodelos de los 80. También las actrices, como Sienna Miller, tienen cada vez más protagonismo en esta profesión.

 

Nuevas tendencias: la modelo aupada en las redes sociales

 

Alcanzando ya la actualidad hay otro factor que está acercando la imagen que dan las modelos a la población, especialmente a la población joven: son las redes sociales, con especial preponderancia de Instagram, como red social eminentemente visual, donde triunfan modelos como Gigi Hadid o Kendall Jenner (llamadas por ello “instamodels”), haciendo su imagen más cercana y deseable para este público joven.

Conjuntamente con el auge de las redes sociales, se expande la figura del fotorretoque, cuyas consecuencias ya hemos analizado en este blog, y que, además, ya son accesibles para los aspirantes a futuros «instamodels», que sin necesidad de grandes inversiones pueden editar la realidad, adelgazando su figura o eliminando manchas de la piel e imperfecciones, alterando su imagen y alejándola de la realidad. Esta tendencia, sin duda, afectará a las futuras dinámicas del modelaje, acentuando las tendencias del porvenir.

 

 

En definitiva, vemos que al igual que el canon de belleza ha evolucionado a lo largo de la historia, también ha evolucionado el de las modelos: en los “felices 20” eran mujeres con curvas y cuerpos marcados; tras la I Guerra Mundial, la mujer, en su mayoría de clase media, quería equipararse al hombre e integrarse en la vida social y cultural, por lo que primaban modelos más andróginos (con ropa holgada); después se alterna el modelo de curvas con el de la delgadez (modelo 90-60-90, sin establecer altura). A partir de los 60 se busca la juventud y ya también la altura como imagen de belleza, hasta llegar a su punto máximo en los 90, con la imagen transmitida por la modelo Kate Moss, sumamente delgada y de aspecto infantil.

Hoy día, están surgiendo nuevas tendencias que, sin duda, llevarán a nuevas fases de esta continua evolución.

 

Conclusiones y eventuales consecuencias

 

Visto todo esto, podríamos decir que las modelos son lo que la sociedad que las rodea quiere que sean. Son la situación económica y social del momento, factores claves en el diseño y modelado del cuerpo de la modelo, y a la vez la modelo se convierte en un símbolo deseado e idealizado, reflejo exagerado de los gustos de la sociedad del momento, que a su vez influye en la sociedad, especialmente en los sectores más sensibles, como son adolescentes y mujeres jóvenes. Los deseos de la población, a veces inalcanzables, definen la imagen de las modelos que al final terminan teniendo un poder normativo sobre los estándares de belleza e imagen de la sociedad, retroalimentando la situación. Así, un ideal social de belleza extremo e incluso no sano, exigido a las modelos, termina revirtiendo en la sociedad; posible razón todo ello del aumento de la anorexia entre las jóvenes, que tratan de conseguir la delgadez extrema que se le ha reclamado a sus símbolos de belleza, las modelos.

 

Pues bien, la situación de la moda actual, por tanto, es la siguiente: tras un fuerte auge en las últimas décadas, comienza a producir impactos en la sociedad que no están internalizados en la propia industria de la moda, de manera que no se corrigen por un sistema de presiones e incentivos internos. En la historia reciente, este mismo contexto ha sido el que ha originado que otros sectores hayan pasado a ser regulados por una intervención protectora de los Estados modernos. En efecto, salvando las distancias, se observan paralelismos con el impacto medioambiental, con industrias como la del alcohol, el tabaco o el juego, o la industria alimentaria. Por todo ello, es de pronosticar que acabará por crearse una legislación integral sobre el mundo del modelaje, que seguramente alcance al fotorretoque comercial, y que llegará más allá de meros convenios o acuerdos de la propia industria; que regulará los requisitos saludables exigibles a esta profesión, primero por la integridad de las propias modelos y después como una medida de salud pública, ya que, como vemos, un ideal de belleza distorsionado afecta a la salud de la población, teniendo un alcance cuyo alcance no se limita a los actores del mundo de la moda.

 

 


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