Enrique Ortega Burgos

EMILY IN PARIS ¿realidad o cliché americano?

Hace poco Netflix sacó uno de los estrenos más esperados del otoño: “Emily in Paris”, serie del creador de Sexo en Nueva York, biblia de la moda en formato multimedia para aquellos a los que nos gusta el sector.

A lo largo de diez capítulos se narra las aventuras de Emily (Lily Collins), una joven americana a la que le ofrecen mudarse a París para desempeñar su trabajo en una empresa de Marketing. Desde su llegada, la serie presenta las situaciones “habituales” que cualquier recién llegado a la capital tiene que experimentar.

Desde su lanzamiento, la serie ha sido duramente criticada por los franceses, por abusar de tópicos que, según ellos, no son verdad.  He querido hablar de la experiencia ya que he tenido la suerte de poder pasar un año y medio de mi vida en esta maravillosa ciudad, a la que además tengo intención de volver.

He de decir que es cierto que no todo es tan bonito como la serie lo pinta de ahí que, a continuación, pretendo aportar mis puntos de vistas, tanto positivos y negativos de la serie.

 

Comenzaré por los aspectos negativos que en la serie se presentan como idílicos. En primer lugar, el alojamiento. Cualquier persona que quiera irse o se haya ido a París sabe el calvario que es encontrar alojamiento: apartamentos de no más de 18 metros cuadrados por 800/900€ al mes mientras que la protagonista de la serie consigue lo que ellos llaman “chambre de bonne” que no es más que el cuarto que las familias ricas reservaban para el servicio, de ahí lo irreal de la amplitud que tiene ese apartamento. Seguiré hablando del rechazo que los franceses, y especialmente los parisinos, suelen tener hacía la gente que no tiene el francés como lengua materna. Durante mi estancia en la Ciudad de la Luz, intentaba repetidamente practicar el idioma con ellos y enseguida cambiaban al inglés aduciendo que no tenían “tiempo que perder”. Por último, y esta nada tiene que ver con la ciudad y con la vida allí, la ropa y complementos que lleva la protagonista, en su mayoría de Chanel o Dior, para los cuales tendría que pasar años ahorrando o directamente ser rica, imagen que no es la que transmite alguien que vive en una habitación de servicio y trabaja para vivir.

 

Hay también muchos clichés franceses que para nada son así y aquí quiero salir en defensa de esa ciudad. Primero, París es una ciudad sometida a duros horarios de trabajo que suelen ir desde las de 8/9 de la mañana a 6/7 de la tarde. Diez horas trabajando con una hora de descanso de por medio, hacen dudar de que sea verdad el lema de trabajar para vivir al que hacen referencia en la serie es verdad. Segundo, los franceses son, en general, muy fieles a lo suyo, pero no más que la mayoría de las culturas europeas. Que una americana recién llegada, que no domina el idioma, quiera cambiar eso y los ciudadanos se nieguen no los hace maleducados. Ya lo dice el refrán “donde fueres haz lo que vieres”. Por último, los parisinos en general viven de forma apasionada, ya sea en sus relaciones amorosas -como se muestra en la serie- o para salir en defensa de lo que creen, aspecto éste que puede comprobarse por ejemplo con las constantes huelgas y manifestaciones que se suceden en el país. Está en el ADN parisino y francés: vivir la vida con pasión que para eso está.

 

Por último, me quiero centrar en el eje central de este blog: la moda. En este aspecto, para mí,  la serie ha sido una decepción ya que el estilo ideal con el que más me identifico en cuanto a ropa es el francés y más concretamente el parisino. Con esto no pretendo decir que no haya gente, aunque no sea mi caso, que se haya visto representada por el estilo de Emily. Se nota mucho el sello de Patricia Field, quien en su momento fue estilista de “Sexo en Nueva York”. La protagonista tiene un estilo muy arriesgado y casual, mezclando colores y estampados que de primeras puede resultar confuso, como tenía en su momento Carrie Bradshaw. La diferencia, siempre en mi opinión, es que esta serie no transcurre en Nueva York, sino en París, donde la moda es mucho más clásica, más estática y con una paleta de tonos más básica.

De ahí la necesaria comparación entre Emily, y Camille, la parisina de la que se hace amiga la protagonista. Camille si representa la moda parisina perfectamente, arriesgando pero siempre con una visión clásica; conjuntos básicos pero añadiendo un toque que lo convierte en un conjunto memorable. Es lo que se conoce como el “efortless chic” parisino, el “je ne sais quoi” francés, siempre con piezas que parecen escogidas los cinco minutos antes de salir de casa pero que crean una combinación perfecta.

Esta diferencia entre la forma de vestir de ambos personajes se aprecia perfectamente cuando comparten escenas: los tonos llamativos de Emily contra los neutros de Camille, los estampados arriesgados contra las rayas o la falta de estampado, accesorios extravagantes contra sencillos que le dan un toque final al look… A lo que, además, hay que unir una característica en los ouifts parisinos que es incluir tendencias en los looks, pero no todas, solo aquellas a las que verdaderamente le pueden sacar partido y que mejor se adapten a quienes son.

 

A lo largo de la serie, se incluyen muchas referencias a desfiles y diseñadores : el famoso diseñador, Pierre Cadault, con el que Emily tiene una relación de altibajos, está claramente inspirado en Karl Lagerfeld y la marca rival de este, llamada en la serie “Grey Space”, intenta emular a Off-White, la marca de moda urbana de Virgil Abloh. De esa misma forma, eEl final de ese episodio, en el que el diseñador hace un desfile reivindicador, se inspira en el desfile de alta costura de la colección Primavera/Verano 2019 de Viktor&Rolf.

En resumen, aunque “Emily in Paris” rebosa clichés, no deja de seguir la tendencia que en su momento creó “Sexo en Nueva York” haciendo de la propia ciudad un personaje más del reparto. Hay gente que la ama –entre los que me encuentro- y gente que la odia, pero en mi opinión cumple su función principal: entretener. Nos hace olvidar durante un rato la situación por la que está pasando el mundo actualmente; nos lleva a sentirnos parte de esa ciudad y a imaginar una futura vida allí. Se trata de disfrutar -palabra que en este 2020 parece que se nos ha olvidado- tanto de la serie, como de la ciudad y la ropa, y en eso se merece un 10.

 

 

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