¿Sabes que la mayoría de la ropa que venden en tiendas del sector del fast fashion sólo se usa unas 7 veces de media?
Actualmente el consumidor medio compra un 60% más de prendas de vestir en comparación con el 2000. Pese a ello, cada prenda se mantiene la mitad del tiempo y en promedio, el 40% de la ropa adquirida nunca se usa (UNECE, 2018)
Es por ello por lo que este modelo, cada vez más enfrentado al slow fashion, se está viendo afectado por el aumento de la conciencia social de los consumidores.
Vamos a proceder a analizar por separado cada uno de los modelos.
FAST FASHION
Entendemos la moda rápida como el fenómeno por el cual se introducen colecciones de ropa que siguen las últimas tendencias y que han sido fabricadas a bajo costo. Es decir, la producción de grandes cantidades de ropa en poco tiempo y reduciendo costes de producción.
Estos negocios han conquistado al público convirtiendo la moda en un bien de consumo para las masas. Provocando que las tendencias cambien a la misma velocidad que los gustos de los consumidores.
Tal es así que este formato ha conseguido copar el 15,1% de la cuota de mercado frente al 5% del año 2006.
Una de las ventajas que más destacan los consumidores en este modelo es la posibilidad de acceder a prendas novedosas a precios asequibles lo cual te permite estar siempre a la última.
No obstante, no es oro todo lo que reluce puesto que esta tendencia ha conllevado que el promedio de uso de una prenda nueva se reduzca considerablemente (la media se sitúa en 7 usos hasta que esta es desechada) además, se ha producido un aumento en un 400% del consumo de ropa en el planeta frente a lo consumido hace dos décadas.
Según el World Resources Institute -WRI-, producir una camisa de algodón consume 2700 litros de agua y la industria textil genera el 20% de la contaminación industrial del agua. Así mismo, se estima que en la producción de una camisa se emiten entre 2,1 y 5,5 Kg de CO2, siendo las prendas fabricadas en poliéster las que mayores emisiones generan.
A consecuencia de estos datos son numerosos los movimientos que propician el cambio a un modelo menos consumista y más respetuoso.
El documental “The True Cost” explora los perjuicios del fast fashion revelando que el 85% de los obreros de textil son mujeres, muchas de ellas menores de edad, con un sueldo aproximado de dos dólares al día y con pésimas condiciones laborales.
En definitiva según Tokatli Este método consiste principalmente en fabricar un pequeño número de artículos sobre cada estilo, cambiar cada semana los estilos ofrecidos, y crear así en el consumidor una tensión de no poder “dejar escapar” las oportunidades de compra, reduciendo el número de prendas no vendidas al mínimo.
SLOW FASHION
Este término fue acuñado en 2007 por Kate Fletcher, profesora de Sostenibilidad, Diseño y Moda en el ‘Centre for Sustainable Fashion’ en Londres.
En 2013 tras morir más de 1100 personas en el derrumbe de un edificio en Bangladesh destinado a la producción de prendas de manera industrial en el cual no se cumplían las medidas básicas de seguridad comportó el auge de esta filosofía de consumo responsable.
Esta moda sostenible pretende crear prendas atemporales, generalmente de producción nacional y de mayor calidad.
Por lo tanto este modelo presenta menos colecciones por temporada y a un precio más elevado , pero reduce el perjuicio al medio ambiente así como al trabajador, apoya a las pequeñas empresas y te permite tener prendas personalizadas y exclusivas.
AMBOS MODELOS EN NÚMEROS
Si el consumo de ropa aumenta de acuerdo con las proyecciones del PIB, en lo próximos 30 años se producirán hasta 2,48 billones de artículos de moda (OECD, 2019).
Además según la Global Fashion Agenda en 2030 las empresas de moda verán reducidos sus beneficios antes de intereses y tasas en más del 3% si continúan con el modelo actual. Traduciéndose esto en más de 52.000 millones de dólares.
Diversos estudios realizados a consumidores de todo el mundo aseguran que aproximadamente un 60% de los consumidores están dispuestos a pagar más por productos y servicios de empresas comprometidos con cambios positivos en el medio ambiente.
Frente a la evidencia recaudada las empresas textiles están tomando conciencia. Tanto es así que se está aumentando la penetración de los objetivos de sostenibilidad en las campañas de moda ya que en 2017 se situaba en un 58% y en 2018 llegó al 66%.
De este modo podemos distinguir básicamente ambos modelos en que, mientras que la moda industrializada promueve la fabricación en masa de prendas a bajo coste y de menor calidad, la “moda lenta” busca una fabricación más artesanal y sostenible con materiales de calidad. Siendo una por lo tanto la antítesis de la otra.
En ese sentido el aumento de la conciencia social y los problemas medioambientales entre otros están favoreciendo al detrimento del fast fashion frente al slow fashion.
Este artículo se ha realizado por la redacción del equipo de EOB, si quieres contactar con nosotros mándanos un mail a info@enriqueortegaburgos.com